Milei y el antimileísmo se consolidan: en el medio, nada

Milei y el antimileísmo se consolidan: en el medio, nada

Las elecciones legislativas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires confirmaron lo que muchos temían —y otros deseaban en silencio: el péndulo de la política argentina no volvió al centro. Se clavó, aún más firme, del lado derecho del tablero. Javier Milei, con su candidato Manuel Adorni, logró capitalizar el voto bronca y el voto ideológico. El 30,15% obtenido es un piso, no un techo. A su alrededor, el desierto: el antimileísmo se reagrupa, pero el centro político ha sido abandonado como un solar en ruinas.

El dato que quema: el 47% no votó

Más de 1.200.000 personas habilitadas para votar decidieron no hacerlo. En villas, barriadas y sectores populares del sur porteño el ausentismo superó en algunos casos el 59%. No es apatía: es desencanto. Las ofertas electorales no interpelan a los de abajo. La democracia formal se enfrenta a su espejo más oscuro: la orfandad representativa. Las urnas, vacías de pueblo, pesan menos.

La libertad avanza… porque no hay quien la detenga

Adorni representa la consolidación de Milei como fuerza real. No es un exabrupto electoral de 2023: es la construcción de un nuevo sentido común. El “que se vayan todos” recargado en versión siglo XXI. Con redes, con algoritmos, con fake news y con inteligencia artificial, como demostró el escándalo de la deepfake de Macri pidiendo votar por Adorni. No es que ya no haya reglas: es que hay un nuevo tablero donde se juega con otras piezas.

Santoro y el antimileísmo: resistencia sin identidad

Leandro Santoro obtuvo un digno 27,45%. Es la cara amable de un progresismo de barricada que aún respira, aunque a veces lo haga con respirador ideológico. Pero su frente, “Es ahora Buenos Aires”, es tan gaseoso como el futuro del peronismo en la Ciudad. No es una coalición programática, es un arrebato táctico contra Milei. El antimileísmo resiste, pero no construye. Sin una épica que enamore y sin una identidad que convoque, es apenas un bastión de trinchera.

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PRO: implosión de marca

Silvia Lospennato fue enviada al matadero electoral para disimular una interna que ya no se puede ocultar. Sacó apenas 15,79%. A su derecha, el colapso: Horacio Rodríguez Larreta terminó cuarto con 8,08%. El PRO, sin Mauricio Macri como brújula única, queda herido, sin estrategia y sin electorado fiel. La derecha, que construyó un modelo de gestión en CABA durante más de 16 años, ha sido fagocitada por una versión más rabiosa de sí misma.

Buenos Aires, la madre de todas las batallas

Con este panorama, todos los ojos se posan en la provincia de Buenos Aires. Allí, Axel Kicillof encarna el último bastión institucional del antimileísmo. Si cae, cae también la ilusión de que el peronismo aún puede ser dique de contención. Pero ¿cuál peronismo? ¿El de CFK que no habla? ¿El del albertismo residual? ¿El de los gobernadores deshilachados? ¿O acaso nacerá un nuevo sujeto político postperonista? Por ahora, todo es desconcierto.

Un país que se achica, una política que se aleja

Con un 47% de ausentismo y el 30% votando a Milei, Argentina tiene menos representación efectiva que nunca. El voto ya no es canal de esperanza, es un grito de vacío o un dedo alzado contra todo. La inteligencia artificial se entromete, las redes multiplican falsedades, y los medios tradicionales ya no dictan agenda. La democracia se juega en otras plataformas.

El péndulo aún no regresa. Por ahora, sólo hay extremos. Y en el medio, nada.

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