El 2 de noviembre no es una fecha más en Jujuy. Es una cita de conciencia colectiva. Es el día en que las familias caminan juntas al cementerio, limpian las tumbas, encienden flores, rezan bajito, hablan con los que ya no están como si todavía estuvieran. No es sólo religiosidad: es pertenencia. Es memoria viva.
En Monterrico, esa memoria tuvo presencia institucional concreta. No declamación. Presencia.

El intendente Luciano Moreira dispuso durante toda la jornada un operativo municipal integral en el Cementerio de La Ovejería, con personal de enfermería, hidratación para los vecinos, limpieza, ordenamiento de estacionamiento y acompañamiento de los puestos que se instalan en los alrededores. No fue “acto oficial”. Fue estar al lado de la gente donde la gente realmente está.
Ese detalle es clave.

Porque el Día de los Fieles Difuntos, en la cultura jujeña, no se vive como formalidad religiosa aislada, sino como un acto profundo de continuidad familiar. Se conversa con los muertos. Se agradece. Se pide perdón. Se promete cuidar lo que dejaron. Las tumbas se adornan, se acomoda la cruz, se barre el cemento, se acomoda la flor, se comparte algo para tomar. Es una escena íntima que el resto del país muchas veces no entiende: en Jujuy, los que partieron siguen siendo parte.
Moreira, lejos de mirar eso desde lejos, decidió que el municipio esté adentro.

Esto significa dos cosas políticamente relevantes:
- El municipio no es una ventanilla fría.
Monterrico no mandó sólo inspectores. Mandó enfermería, agua, limpieza, organización. Mandó cuidados básicos y respeto. En una jornada donde mucha gente mayor camina bajo el sol y se queda horas en los pasillos del cementerio, eso es gestión entendida como servicio humano, no como trámite. - El intendente entiende que comunidad no es discurso: es presencia física.
El gesto de Moreira es un mensaje empresarial-político claro: “Yo gobierno donde la comunidad siente”. El duelo, la memoria de los seres queridos, el homenaje a los antepasados, en nuestra cultura popular valen tanto como una obra pública. Quien no lo entiende, no entiende Jujuy.
En Monterrico, el Cementerio de La Ovejería se encuentra cuidado, ordenado, atendido. Se garantiza hidratación a lo largo del día. Cuenta con personal para emergencias leves. Se trabajó en la limpieza del predio y en la organización de los accesos para que el tránsito no se vuelva un caos. Se acompañó a los puesteros, que también son parte de la tradición: ellos sostienen ese microtecho de economía popular que acompaña cada 1 y 2 de noviembre.

Este tipo de operativos, que parecen chicos para quien mira desde un despacho, en verdad son indicadores duros de gestión territorial real. Hablan de conducción. Hablan de sensibilidad. Hablan de una mirada que no se corta a las 13:00 y no termina en una foto protocolar.
Jujuy tiene esto: nuestras familias honran a los que partieron como si todavía nos miraran. Ese respeto colectivo es capital social. Cuidar ese momento es cuidar el tejido que todavía nos mantiene unidos en medio de tanta crisis económica y tanta fragmentación.

Moreira leyó eso y actuó en consecuencia. Hoy no se trató sólo de logística municipal. Se trató de dignidad.
Porque acompañar a las familias en el Día de los Fieles Difuntos es, en el fondo, reconocer algo que está por encima de la política coyuntural: nadie está solo en Monterrico cuando duele.
Y eso, para una comunidad que todavía cree en sus muertos, vale más que cualquier slogan.
