Monterrico | Una Ciudad Que Despierta con Dignidad: El Estado de Bienestar Tiene Nombre y Apellido

Monterrico | Una Ciudad Que Despierta con Dignidad: El Estado de Bienestar Tiene Nombre y Apellido

En el Día del Trabajador, mientras en muchas latitudes la esperanza parece postergada, en Monterrico la realidad se pavimenta con hechos. El intendente tabacalero Luciano Moreira ha encendido, con obras concretas, la llama de un sueño colectivo que por años fue ninguneado: vivir en una ciudad digna, luminosa y pujante. Y hoy, ese sueño ya no es un anhelo lejano, sino una calle central en plena repavimentación, una luminaria LED que ilumina el retorno de la confianza, una vereda que renace con el paso firme de un pueblo que se siente escuchado, respetado, protagonista.

La repavimentación de diez manzanas en el corazón de Monterrico no es sólo obra pública. Es política de bienestar, es decisión de gobierno en su forma más humana. No se trata de alquitrán y máquinas, sino de dignidad en cada metro de alfombrado asfáltico que se tiende como manto sobre la historia de una comunidad que ha sabido esperar. El intendente Moreira no gestiona para las estadísticas ni para las fotos: gobierna para los afectos, con el oído puesto en la vereda y la mirada en el futuro.

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El postergado Monterrico de otras gestiones va quedando atrás, y lo que emerge es una ciudad con identidad, con infraestructura moderna, con servicios que abrazan a todos, sin distinciones. Porque cuando el Estado deja de ser una oficina lejana y se transforma en presencia constante en los barrios, en las plazas, en las esquinas, lo que florece es algo más profundo que el desarrollo urbano: florece el orgullo.

La colocación del nuevo alumbrado público LED no sólo mejora la seguridad y reduce el consumo energético. Es una metáfora luminosa de una gestión que avanza con transparencia, que alumbra y no encubre. Que camina junto al pueblo y no sobre él. Que transforma los impuestos en bienes colectivos, no en privilegios privados.

Los vecinos de Monterrico lo saben. Lo sienten. En cada nuevo adoquín, en cada calle asfaltada, en cada poste de luz, ven reflejado un modelo de Estado que no los ignora, que no los maltrata, que no los terceriza. Ven un Estado que cree en ellos, que apuesta por su capacidad, que los convierte en centro de las decisiones.

Este proyecto no busca sólo votos: busca transformar la vida. Y lo está logrando. Por eso, cada calle repavimentada es también una promesa cumplida. Cada obra que se inaugura es una página escrita en el nuevo libro de Monterrico. Y cada familia que hoy camina con orgullo por su ciudad, sabe que su voto no fue un cheque en blanco, sino una semilla que empieza a florecer.

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El verdadero liderazgo no es el que ordena: es el que sirve. Y Moreira, al frente de esta revolución silenciosa, ha demostrado que se puede gobernar con sensibilidad, con trabajo y con visión. Monterrico no es sólo una ciudad que cambia: es un símbolo de que cuando el Estado se pone al servicio del pueblo, el bienestar deja de ser un slogan para convertirse en una realidad palpable.

Porque el Estado de bienestar no es una utopía: es lo que sucede cuando la política se pone de pie con el pueblo, y caminan juntos.

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