Por Jorge A. Lindon // En la Argentina del 2025, donde la política es más narrativa que gestión y el electorado más algoritmo que ciudadanía, Gerardo Morales vuelve a escena, encabezando la lista de diputados nacionales por Provincias Unidas, la coalición también conocida como Grito Federal – Fuerzas del Centro. En un clima de desgaste sistémico y ruido ensordecedor entre los extremos, Morales apuesta a reeditar una épica silenciosa: reconstruir desde Jujuy una voz razonable en el Congreso, lejos del griterío libertario, pero también ajena a los dogmas peronistas.
El liderazgo que no se discute… pero se fragmenta
Morales conserva su estatura de orador, su capacidad de plantear escenarios y de contragolpear con solvencia técnica a las espadas mediáticas de Milei. Nadie le disputa el liderazgo real dentro de Jujuy Crece, aunque sí aparecen dicotomías pintorescas, señales de una interna que aún se niega a morir del todo. Pero la verdad es otra: el exgobernador sabe que no puede quedarse en las sombras de una provincia que corre el riesgo de vaciarse políticamente sin su presencia nacional. Y por eso se lanza, con su habitual olfato, al tablero más grande.
El dilema es histórico: ¿cómo contener la sangría de la UCR sin parecer un custodio de cenizas? ¿Cómo convocar al PJ fragmentado, a peronistas desmembrados, emergentes sin brújula y anticastas desilusionados… sin perder el eje centrista?
Lo intentará. Sabe que su única salvación es el Congreso, no los ecos del poder provincial donde, sin su figura, la UCR amenaza con convertirse en un recuerdo de museo político.
El riesgo Milei: la ola violeta que se disuelve en Jujuy
En Buenos Aires, Axel Kicillof se encamina a un triunfo que excede al kirchnerismo y todas sus vertientes, incluida La Cámpora. Su figura logra algo que ningún otro peronista ha conseguido: atravesar la frontera simbólica del “cuco K” para reconectar con un peronismo transversal, menos sectario, más identitario. Es, acaso, el emergente más serio del mapa nacional.
Pero en Jujuy, el PJ está quebrado. Ni con los restos del naufragio ni con el reciclaje de nombres podrá oponérsele a Gerardo Morales o a la LLA ya percibida como la casta suplente. Sin embargo, el riesgo no está allí. El riesgo está en una figura antisistema nueva, fresca, que tome la bandera anticasta sin la mochila del entorno Milei identificados como otro corte geológico de una pieza fosilizada. Porque en Jujuy, el mileísmo carece de un verdadero vocero propio, esta plagado de aventureros y apostadores. Y eso deja una grieta abierta para que algún outsider se cuele por ella… o incluso para que la izquierda capitalice el error, si el enojo social se radicaliza.
La estructura elefante, la serie de Netflix y la política moribunda
Morales no es ingenuo. Conoce los números, los climas y las pulsiones. Tiene estructura, intendentes, operadores y presencia en los rincones más olvidados de Jujuy. Pero también tiene algo más difícil de combatir: un electorado cada vez más desconectado, hastiado, que un domingo de elecciones prefiere quedarse en casa viendo Netflix, scrolleando TikTok o simplemente durmiendo, porque “para qué, si nada cambia”.
Y ese desinterés es más peligroso que la propia antipolítica, pero no para Morales que posee una estructura casi militarizada en términos políticos -casta-.
Morales buscará revertir a los libertarios con discurso, con territorio, con gestos. Quizás convoque a viejos aliados del PJ, a peronistas sueltos, a empresarios hartos, a radicales desanimados. Su lista será una carta amplia, quizás desesperada, quizás estratégica. Pero también será la última oportunidad de demostrar que la moderación aún puede seducir en tiempos de fanatismo.
Vaticinio: el pueblo elegirá entre la nada y lo nuevo, y lo nuevo aún no tiene nombre
El escenario está abierto. La grieta casta/anticasta puede volverse en contra de Milei si no cuida a sus referentes provinciales. El peronismo, si repite errores, caerá en el mismo pozo. La izquierda tiene una oportunidad si sabe correrse del estereotipo. Y Morales… Morales deberá encarnar algo más que un recuerdo de orden. Deberá reinventar el centro como una propuesta deseable, no como un mal menor.
En un país donde el cansancio se parece a la apatía y la democracia se juega más en la pantalla que en las urnas, el próximo diputado puede no tener rostro aún. Pero si lo tiene, será alguien que no hable desde la casta ni contra ella. Será alguien que proponga un sentido.
Mientras tanto, Gerardo Morales se juega su última partida mirando al Congreso. No por ambición, sino por supervivencia. Y en el camino, quizá construya la última esperanza de centro para una Argentina incendiada.