En medio de una tensa disputa interna dentro del Partido Justicialista (PJ), el presidente Javier Milei ha sido claro y contundente ante el pedido de fondos adicionales para financiar la contienda entre la condenada Cristina Fernández de Kirchner y el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela. “No hay plata”, fueron las palabras que, desde Casa Rosada, sellaron la negativa a ceder más recursos para esta interna peronista.
El reclamo económico del PJ, considerado por el oficialismo como un nuevo acto de desmesura, ha sido respondido con la firmeza que caracteriza a la administración de Milei. El presidente ha hecho de la austeridad fiscal su bandera, y en esta ocasión no es la excepción. Fuentes cercanas al mandatario confirmaron que el «Fondo Partidario Permanente», destinado a los gastos de cada partido político, ya fue completamente entregado. «No vamos a destinar un peso más para cubrir las disputas internas de quienes llevaron al país al borde del colapso», indicaron desde el entorno presidencial.
El PJ, que históricamente ha recurrido a fondos públicos para sostener sus estructuras partidarias, enfrenta ahora un escenario crítico: financiar una interna feroz sin la asistencia que otrora fluyó de las arcas del Estado. La pulseada entre la ex presidenta CFK y Quintela no sólo agudiza las tensiones dentro del partido, sino que además pone en evidencia la dependencia financiera de una estructura política que ha vivido al compás de los fondos públicos.
Milei, quien ha reiterado en más de una ocasión que su prioridad es equilibrar las cuentas del Estado, se ha mostrado inflexible ante los pedidos de una facción política a la que responsabiliza por años de desmanejos fiscales. Su postura ha sido coherente con el discurso que lo llevó al poder: un Estado austero, enfocado en recortar el gasto público y reducir el déficit. La negativa a financiar la interna del PJ refuerza esta narrativa.
Mientras tanto, el peronismo se encuentra en la encrucijada de resolver su crisis interna sin los recursos a los que históricamente ha recurrido. Esta nueva realidad pone de manifiesto la fragilidad de una estructura partidaria que, en medio de una crisis de liderazgo, deberá enfrentar la contienda con sus propios medios.
En un contexto en el que Milei busca dar señales de responsabilidad fiscal y control del gasto, el mensaje es claro: ya no habrá espacio para los derroches partidarios. El presidente ha dejado en claro que su gobierno no estará dispuesto a sostener los costos de las disputas internas de la vieja política, y esta decisión marca un nuevo capítulo en la relación entre el poder ejecutivo y los partidos tradicionales.