Algo monumental está ocurriendo, y si el NOA no despierta ahora, quedará condenado a ser un recuerdo borroso en el nuevo orden global.
China, la fábrica del mundo, ha declarado —de hecho— una guerra económica que ya está ganando. No necesita bombas ni invasiones: conquista mercados. Toma el planeta como su tablero. Y lo está haciendo a pasos arrolladores.
El dólar, alguna vez ancla y refugio, se desliza hacia una pendiente de devaluación progresiva. Y con él, arrastrará a la Argentina a un fenómeno inédito: una apreciación ficticia que volverá a nuestros productos, incluso los básicos como tabaco, caña, frutas, verduras, legumbres y granos, demasiado caros e inservibles para un mundo que exige competitividad brutal.
La infraestructura económica de los valles de Perico y de todo el NOA fue pensada para otro mundo. Hoy, esa infraestructura ya es obsoleta. Si no replanteamos ahora todo el esquema productivo, nos encontraremos atrapados, viendo cerrar chacras, tambos, empaques y galpones como piezas de dominó, mientras otros países toman mercados que nosotros perderemos para siempre.
Aferrarnos ciegamente al Mercosur tradicional sería como construir barcos de madera en la era del acero. El mundo fluye, se expande, se diversifica. No hay fronteras: hay plataformas. No hay mercados protegidos: hay competencia sin cuartel. Estados Unidos lo comprobó: ni los muros, ni el proteccionismo, ni los discursos incendiarios pudieron evitar la fuga de competitividad.
¿Y nosotros? ¿Vamos a esperar el golpe final en silencio?
Pensar que el litio nos salvará es un error estratégico de proporciones catastróficas. China —con su instinto natural de extractivismo competitivo— se llevará el mineral, nos dejará empleos circunstanciales y desertificación permanente. Lo mismo podríamos lograr nosotros, sin entregar soberanía, si aplicáramos una nueva lógica de gestión de recursos: una lógica distributiva, ecológica, sostenible y soberana.
La matriz productiva iniciada en la era Morales —energía limpia, bonos de carbono, cannabis industrial, turismo— debe ser no solo reimpulsada sino reimaginada radicalmente.
Es momento de romper con las concentraciones económicas, con los privilegios que crean élites de pocos y condenan a la mayoría a la marginalidad. El siglo XXI exige ampliar la producción y redistribuirla de manera universal, inmediata y transparente.
Todavía hay oxígeno. El superávit que el propio gobierno de Jujuy declara debe ser usado ya para instalar un nuevo esquema de oportunidades legítimas para todos los jujeños.
No más dilaciones. No más promesas de largo plazo. No más discursos huecos.
Estamos ante una encrucijada histórica: o reinventamos el NOA con coraje, visión y justicia, o seremos barridos por el viento violento de la historia.
El mundo no va a esperarnos. Y el tiempo de reaccionar es ahora.