Mientras el poder central juega a los dados con la economía, las economías regionales del NOA —y especialmente Jujuy— miran con preocupación pero no con resignación. Porque si algo ha forjado el alma de este norte profundo, es la dignidad de su gente, el recuerdo de sus luchas, y la certeza de que la historia no se repite cuando un pueblo sabe quién es y hacia dónde quiere ir.
Hoy, mientras el Gobierno Nacional refuerza sus operativos de represión, amenaza con voces altoparlantes desde estaciones de trenes y militariza las calles como en tiempos oscuros, también deja al desnudo un modelo económico que ha colapsado éticamente. La corrida cambiaria, el dólar cripto a $1.316 y el pánico inducido desde la misma cúpula del poder, no son meras cifras: son síntomas de un país sin brújula ni alma, donde el precio del dólar lo fija el miedo y no un proyecto de Nación.
En ese marco, las regiones como Jujuy —postergadas durante décadas— sufren aún más las consecuencias. Porque aquí los ciclos de ajuste no se leen en balances: se viven en la olla, en la garrafa, en la escuela vacía o en el pasaje que ya no se puede pagar. Y aún así, en este rincón de la patria, hay trabajo, hay organización, y sobre todo, hay memoria.
¿Qué futuro hay para el norte si nos imponen el modelo Perú?
No es una exageración. El propio ministro de Economía, en cadena nacional, dijo que Argentina debe parecerse a Perú. ¿Y qué es hoy Perú? Una nación militarizada, donde más de la mitad de la población no tiene heladera, donde el pueblo está empobrecido y silenciado, donde la democracia está cercada por el miedo y el hambre.
¿Es eso lo que quieren para nosotros? ¿Un país sin clase media, sin industrias, sin universidades, sin sindicatos, sin voz? Porque eso no es Perú: eso es una colonia de las corporaciones, con un pueblo desmovilizado y la represión como único orden. Y nos lo están queriendo imponer a punta de decreto, con inhibidores de señal, censura en redes y fuerzas federales en cada esquina.
Pero Jujuy no es Perú. El NOA no es un decorado. Somos la región de la zafra, del litio, del tabaco, de la Pachamama, de la rebeldía y de los pueblos que no se entregan. Nos organizamos cuando las papas queman. Nos levantamos cuando nos quieren arrodillar. Lo hicimos durante la dictadura, lo hicimos cuando reprimieron a los maestros, lo hicimos cuando quisieron vendernos como paisaje sin gente.
Cuando los de arriba timbean, los de abajo producen
Mientras los bancos apuestan al dólar futuro y el ministro siembra terror económico para que nadie liquide exportaciones, acá en Perico, en La Quiaca, en Palpalá, en San Pedro, los productores siguen plantando, cosechando, reciclando, vendiendo, soñando. No tienen tiempo para el caos financiero de Capital Federal. Viven en la realidad, no en los titulares.
Pero claro, necesitamos Estado, no palos. Necesitamos financiamiento, no endeudamiento. Necesitamos soberanía, no FMI. Y si no lo entienden, si no lo escuchan, que lo vean: vamos a estar en la calle, en los parques industriales, en las radios comunitarias, en los merenderos, en las universidades y en cada rincón de esta tierra que sabe lo que vale.
No nos vamos a dejar convertir en un país sin heladeras
No queremos una Argentina donde los chicos tengan miedo. Queremos una Argentina con dignidad, con distribución, con futuro. Y eso no se logra reprimiendo, ni saqueando el Banco Central, ni vendiendo patria al mejor postor. Se logra con trabajo, educación, federalismo y democracia real, la que se construye con el pueblo, no contra él.
Así que no, no nos vamos a dejar convertir en Perú. Porque nosotros venimos de los que pelearon en el Éxodo Jujeño, de los que resistieron con hambre y coraje, de los que hacen patria todos los días aunque el poder les dé la espalda.
La historia no se olvida. Y el norte no se entrega.
Ni con decretos.
Ni con represión.
Ni con mentiras.