En Jujuy no hay clima electoral, hay clima de sentencia. Lo que se jugará el 26 de octubre en la elección a diputados nacionales no será solo una contienda legislativa, sino un veredicto: sobre el rumbo del país, sobre la motosierra que se promete pero no se ve, sobre la representación muerta, sobre la deuda que ahoga, y sobre un sistema político que ya no sabe ni fingir que entiende al pueblo.
La Libertad Avanza se prepara para arrasar. Sus fichas ya están en el tablero: bancas ganadas en la legislatura, concejos deliberantes copados, y una narrativa aún vigente en vastos sectores sociales que, aunque profundamente endeudados y frustrados, siguen aferrándose a la idea de una salida por derecha, por milagro o por castigo. El Mileísmo, aunque haya guardado la motosierra en Buenos Aires, en Jujuy debe levantarla otra vez, como símbolo de orden, revancha y venganza. En esta provincia, la rabia aún capitaliza votos.
Una provincia con el alma hipotecada
Los números son brutales: el 80% del endeudamiento familiar está en morosidad, el consumo se ha pulverizado, los sueldos quedaron atrapados en una trampa de inflación reprimida y tarifas liberadas, y los hogares ya no llegan al mes: colapsan en la segunda semana. Hay embargos, hay cortes, hay miedo. El “milagro de la luz al final del túnel” se parece cada vez más al brillo de un tren que viene de frente.
Y sin embargo, una porción del pueblo prefiere ese tren a volver a lo de antes. Porque el peronismo —como bien lo reconoció Cristina— ya no enamora. En Jujuy, simplemente murió. Su descomposición no es solo política: es cognitiva, simbólica, cultural. Ni agenda, ni autocrítica, ni calle. Lo que alguna vez fue una máquina de traducir demandas populares, hoy es un archivo de consignas sin conexión con la realidad.
El gobierno provincial: victoria pírrica, derrota anticipada
Mientras Milei gana tiempo y terreno, el gobierno de Jujuy no entiende la dimensión de lo que se viene. La pírrica victoria que le permitió sellar la Legislatura fue apenas una postergación del acta de defunción. La paliza que se avecina en octubre será la antesala del colapso político de Jujuy Crece, especialmente si se concreta el retorno de Gerardo Morales, el símbolo más evidente de una etapa que la sociedad ya canceló en silencio.
Morales no puede volver sin provocar una implosión. Su regreso sería la firma sobre la lápida de un espacio que ya perdió conexión con los territorios, que gobierna con piloto automático, y que no logra interpretar el grito sordo de un pueblo empobrecido, agobiado y sin voz.
¿Hay lugar para una tercera posición?
La escena está madura para algo nuevo. Pero no se trata de una “alternativa de centro” tibia y de ocasión. Lo que puede irrumpir con fuerza es una propuesta clara, territorial, que despegue la elección del plebiscito nacional y la convierta en una pelea por la provincia. Una fuerza capaz de decir:
“No votemos a Milei ni a Cristina, votemos por Jujuy.”
Para eso hace falta leer la demanda popular como es: no es ideológica, es existencial. La gente no quiere discursos, quiere soluciones. Quiere comida, trabajo, certezas, y dejar de vivir con miedo a que le corten el gas o le embarguen el sueldo. Una nueva fuerza que proponga respuestas locales, concretas y movilizadoras, podría crecer. Pero deberá sacudirse el polvo del oportunismo y mirar de frente el invierno económico que vive cada familia.
La izquierda, atrapada en su torre de dogmas
Mientras tanto, la izquierda en Jujuy se radicaliza hacia la extinción. Incapaz de construir alianzas amplias, atrapada en su pureza doctrinaria, condenada a repetir slogans frente a una sociedad que pide soluciones, no vanguardias. La calle ya no es suya. La fábrica tampoco. El campo está virado a la derecha. Su tiempo pasó… o pasará, si no hace un giro radical hacia el pueblo real.