Cuando el presidente de una Nación afirma que “no se odia lo suficiente a los periodistas”, no está haciendo una provocación. Está cometiendo un delito. No es una metáfora. No es una “licencia discursiva”. Es un acto de incitación al odio tipificado por el derecho internacional, que carga con el peso de la historia más oscura del siglo XX. Y que debe alarmarnos a todos, porque las palabras —cuando las emite el poder— también matan.
El caso de Julius Streicher, editor de Der Stürmer, fue juzgado en Núremberg como crimen contra la humanidad, sin haber levantado un arma. Su culpa: haber construido, con palabras, el odio que hizo posible el genocidio. Ese precedente legal dejó grabado para siempre que la palabra no es inocente. Que el odio es letal cuando se legitima desde el Estado.
Milei, la palabra como arma
El presidente Javier Milei, desde su investidura, ha llamado a los periodistas “ensobrados”, “prostitutas”, “basuras”, “trolls de la casta”. Y ahora, con la frase “no se odia lo suficiente a los periodistas”, ha cruzado el umbral que separa el discurso incendiario del discurso criminal.
Porque, ¿qué significa “odiar más”? ¿Qué se espera que hagan quienes ya insultan, escrachan y golpean periodistas en la calle?
¿Cuál es el siguiente paso tras la estigmatización sistemática?
La agresión física. El silenciamiento. La censura. La muerte.
Las palabras del presidente no son inocentes. No son una exageración. Son una amenaza directa a la libertad de prensa, y por ende, a la democracia.
El periodismo no es enemigo: es el límite del poder
El periodismo libre no es una casta, ni un aparato, ni un privilegio. Es una herramienta ciudadana para garantizar que el poder no se vuelva tiranía.
Es lo que permite que una sociedad sepa lo que el gobierno no quiere mostrar. Es la voz de los que no tienen voz. Es la pregunta incómoda, el micrófono libre, el texto que interpela.
Y eso molesta a los autoritarios. Porque quieren un pueblo sin preguntas, una prensa sin coraje y una ciudadanía sin memoria.
Por eso Milei odia al periodismo: porque le recuerda que no puede hacer lo que quiera, como quiera, cuando quiera.
El odio institucional es una grieta hacia la violencia
Cada tuit del presidente es una señal a sus militantes más fanatizados. Una habilitación simbólica al escrache, al ataque, a la violencia callejera. Y eso ya está ocurriendo: periodistas agredidos, golpeados, insultados por simplemente hacer su trabajo.
¿De verdad vamos a naturalizar esto como sociedad?
¿Vamos a esperar a que haya una tragedia para recién indignarnos?
¿Vamos a permitir que se instale en la Argentina el odio como método de gobierno?
Sin periodismo libre, no hay democracia
Defender al periodismo hoy no es defender a una profesión. Es defender el derecho a saber, el derecho a preguntar, el derecho a criticar.
Es defender la posibilidad misma de tener una sociedad plural, informada, digna.
Es decirle al poder: “Usted no es Dios. Usted debe rendir cuentas.”
Porque una sociedad que permite que se odie a sus periodistas, termina gobernada por el silencio, el miedo y la mentira.
La libertad de prensa no se negocia
Desde Perico Noticias, nos solidarizamos con todos los trabajadores de prensa que están siendo hostigados, perseguidos o estigmatizados por el poder.
Rechazamos con firmeza la violencia simbólica y verbal del presidente Milei.
Y recordamos que la democracia no se construye con látigos, sino con palabras. Con preguntas. Con periodismo.