Perico, 58 años de ciudad: de estación agrícola a potencia estratégica del NOA

Perico, 58 años de ciudad: de estación agrícola a potencia estratégica del NOA

Por estos días, Perico no solo celebra un aniversario. Celebra una identidad. Celebra una forma de ser, de hacer, de crecer. Un 19 de abril de 1967, la entonces localidad fue elevada a la categoría de ciudad, coincidiendo con la inauguración del aeropuerto —primero llamado El Cadillal y más tarde rebautizado como Horacio Guzmán, en honor al exgobernador jujeño. Aquel acto, impulsado por el gobierno de facto de Darío Arias, quizás no anticipaba lo que estaba por venir: el surgimiento imparable de la ciudad más pujante de la provincia.

De apenas 6.000 habitantes, aquella estación Perico se transformó en un auténtico polo productivo que no solo abastece a Jujuy sino que irradia vitalidad comercial al conjunto del NOA y hasta a países vecinos. Hoy, Perico es sinónimo de dinamismo económico, con un Producto Bruto Geográfico que la ubica entre las primeras ciudades exportadoras de productos primarios de la región.

Pero Perico no se define solo por los números: su verdadera riqueza está en su gente. En esa cultura del esfuerzo, de la reinvención permanente, en su ADN de emprendedora. Como alguna vez escribió el sociólogo Zygmunt Bauman: “la modernidad líquida exige individuos capaces de adaptarse y generar valor desde la incertidumbre.” Nada describe mejor a Perico.

Desde sus ferias mayoristas hasta el potente mercado frutihortícola que abastece al norte argentino, pasando por su zona franca, parque industrial, nodo ferroviario, corredor bioceánico y aeropuerto internacional, la ciudad consolida cada día su carácter estratégico. Es un nodo logístico que articula rutas, productos, personas, ideas. Una ciudad mercado, sí. Pero también una ciudad laboratorio, donde la creatividad y el capital humano se fusionan.

Hoy también se celebran aniversarios emblemáticos: el de la Cooperativa Telefónica de Perico, motor histórico de conectividad y modernización, y el del Aeropuerto Horacio Guzmán, que proyecta la mirada periqueña al mundo. Porque si algo ha demostrado esta ciudad es que sabe crecer desde sus propias bases, sin esperar el favor ajeno, con una lógica autónoma, descentralizada y ferozmente activa.

Esa fuerza ha llevado a muchos a hablar del “soft power periqueño”: un poder blando, no institucional, que opera desde abajo, desde la cultura emprendedora, la red de vínculos, la flexibilidad económica. Es un poder que no se impone, sino que contagia. Y que ha convertido a Perico en un espejo para otras ciudades intermedias del país.

Pero los tiempos cambian. Y si la primera etapa del crecimiento se cimentó sobre la agricultura y el comercio, el gran desafío de este nuevo ciclo es la industria del conocimiento. Perico debe prepararse para una etapa de agregación de valor, tecnificación, educación y desarrollo científico, con polos tecnológicos, incubadoras de proyectos y programas de formación en oficios digitales que acompañen su transformación.

Industrializar el conocimiento, como lo propuso alguna vez Aldo Ferrer, no significa copiar Silicon Valley. Significa crear soluciones desde lo local para el mundo. Implica hacer de Perico una ciudad donde el trabajo intelectual tenga anclaje productivo, y donde los jóvenes no tengan que emigrar para crecer. El desafío está sobre la mesa. Y Perico, como siempre, está dispuesta a afrontarlo.

A 58 años de su declaración como ciudad, Perico no es sólo un territorio. Es un fenómeno. Una mística. Una forma colectiva de encarar la vida con el orgullo de los que no esperan el milagro, porque saben que el trabajo es el único camino. Su historia apenas comienza. Y su futuro, una vez más, parece estar en manos de sus propios vecinos.

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