Por el Prof. Jorge Lindon
Por momentos, los datos duros no necesitan interpretación: hablan por sí solos. Y lo que reflejan es tan brutal como innegable. La ciudad de Perico, reconocida por su dinamismo comercial y su identidad emprendedora, vive una paradoja cruel: produce, recauda y crece en números, pero su gente se empobrece cada día un poco más.
En un análisis reciente, el Prof. Jorge Lindon señala con claridad que el deterioro del tejido social en ciudades como Perico ya no es una amenaza futura, sino una realidad presente. Una que se agrava silenciosamente cuando las instituciones locales no responden con políticas estructurales, sino con administraciones contables que “cierran” en los papeles mientras se desmorona la dignidad cotidiana de la ciudadanía.
Las cifras lo confirman: mientras un 45% de la clase media alta no ha debido endeudarse ni modificar sus hábitos, esa posibilidad cae al 35% en la clase media típica, 29% en la media baja, y apenas 12% entre los pobres. Es decir, más de dos tercios de los pobres no pueden adquirir lo que necesitan para vivir, y más de la mitad de los sectores medio-bajos tampoco.
Este dato es esencial porque ese estrato medio-bajo es el que define la supervivencia política de los gobiernos. En Perico, ese sector ha sido arrasado. Lo que en otras ciudades aún resiste como expectativa de ascenso, aquí ya se ha convertido en nostalgia: la ex clase media periqueña sueña, desde el subsuelo, con volver a ser clase media.
Y sin embargo, Perico tiene superávit corriente. Tiene recaudación propia. Tiene recursos. ¿Entonces por qué sigue empobreciéndose? Porque no hay planificación contracíclica. No hay fondo anticrisis. No hay estrategia de blindaje social. No hay inversión transformadora. Solo hay inercia, clientelismo y marketing de gestión.
La inflación carcome a las familias, pero también a las instituciones. La política local se muestra más ocupada en sobrevivir que en construir futuro. Se gestiona lo urgente, pero se ignora lo importante. El poder municipal, atrapado en su propia burocracia, administra una ciudad que se desfonda socialmente mientras sostiene un relato de eficiencia técnica.
Y el resultado es alarmante: Perico ha sido latinoamericanizado. No por cultura, sino por destino político. Ha caído en esa trampa en la que se cae cuando el Estado abandona su rol redistributivo, cuando los impuestos no vuelven en bienes públicos, y cuando la ciudadanía deja de creer en el porvenir.
El Prof. Jorge Lindon advierte que si no surge un movimiento político fuerte, con visión, coraje y planificación, no habrá escapatoria posible. Perico quedará como un mercado sin comunidad, una feria sin ciudadanía, un nodo logístico sin tejido social.
La única salida es política. Pero no partidaria: política en el sentido profundo. En el de la organización popular, la redistribución real, la participación ciudadana, el rediseño del Estado local y la inversión estratégica en conocimiento, salud, educación y producción.
Porque la economía sin justicia social no es progreso, es exclusión organizada. Y la estabilidad fiscal sin bienestar humano es apenas una anestesia que prolonga el dolor.
Perico no puede darse el lujo de esperar. O elige transformarse desde su identidad colectiva o seguirá cayendo por la pendiente del empobrecimiento estructural disfrazado de movimiento. Y cuando ya nadie crea en la política, no quedará ni siquiera la esperanza como refugio.