Perico no aguanta más: basta de clientelismo, es hora de crear riqueza

Perico no aguanta más: basta de clientelismo, es hora de crear riqueza

La discusión política en Perico quedó atrapada en un anacronismo peligroso: pases a planta, recategorizaciones, compensaciones atrasadas y favores cruzados convertidos en “política de Estado”. Ese menú puede calmar internas, pero es veneno para una ciudad que necesita crecer. Hoy los fondos de los contribuyentes se usan como red de contención clientelar; el resultado es un Estado pesado, caro e ineficiente que traba —en vez de habilitar— la inversión privada y el empleo digno.

Hablemos claro. Más de 2.000 empleados municipales, con al menos 600 que no trabajan de manera efectiva, configuran un esquema insostenible. Son aproximadamente 2.000 millones de pesos mensuales en gasto corriente entre sueldos y mantenimiento de planta. Esa masa de dinero, puesta al servicio de emprendimientos productivos, formación laboral, infraestructura económica y crédito rotatorio, podría detonar un círculo virtuoso de valor agregado y trabajo real. En cambio, se evapora cada mes sosteniendo una entelequia.

Perico es —y debe ser— una ciudad de perfil liberal en el mejor sentido: reglas claras, baja traba, competencia leal, foco en productividad. En esa matriz, el empleo público no puede ser una bolsa de promesas de campaña. El rol moderno del municipio no es “dar trabajo” sino generar condiciones para que lo cree el sector privado: suelo industrial urbanizado, ventanilla única digital, compras públicas que favorezcan a proveedores locales con estándares, clústeres sectoriales y crédito a capital de trabajo con garantías.

municipalidad perico

La dirigencia local todavía opera con el manual del siglo XX. El Concejo Deliberante y el Ejecutivo parecen guardianes de un statu quo que se deshace: regulaciones lentas, trámites presenciales, ordenanzas desactualizadas, silencio frente a plataformas que reconfiguran mercados y cero estrategia de atracción de inversiones. Ese rezago nos sale carísimo: comercios cerrados, caída del consumo, fuga de talento y pérdida de identidad productiva.

El ajuste es inexorable, sí. Pero no es ajuste ciego: es reorganización inteligente. Cinco definiciones inmediatas y medibles:

  1. Congelamiento de planta y auditoría de presentismo y funciones, con reubicación a servicios de alto impacto (mantenimiento urbano, seguridad vial, control ambiental).
  2. Programa voluntario de retiro y reconversión con certificaciones rápidas (oficios 4.0, logística, mantenimiento, atención digital) y bolsa de trabajo público-privada.
  3. Tope a gasto salarial sobre ingresos corrientes y regla fiscal municipal con metas anuales de reducción del peso de personal.
  4. Digitalización total de trámites en 90 días y plazos máximos por ordenanza: silencio positivo y tasas ligadas al tiempo de resolución.
  5. Fondo de Desarrollo Periqueño (50% de los ahorros del gasto corriente) para: microcréditos, garantías, infraestructura productiva barrial y capacitación.
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El Concejo debe dejar de ser Mesa de Entradas de nombramientos y pasar a ser arquitecto de mercados: sandbox para movilidad y logística, marco de economía del conocimiento, incentivos a inversión con metas de empleo formal, y régimen de “compre local competitivo” para que la compra pública derrame en la plaza. Esto no es ideología; es gestión moderna.

La ética de la responsabilidad manda poner datos sobre la mesa: nómina pública abierta, mapa de licitaciones, tablero de indicadores (recaudación, empleo formal, aperturas/cierres de comercios, tiempos de trámite). Lo que no se mide no se gobierna. Y lo que se oculta, inevitablemente, se pudre.

Perico necesita una oferta política de siglo XXI: menos épica de comité, más ingeniería de soluciones. Industria ligera, agro con tecnología, servicios basados en conocimiento, turismo de fin de semana, ferias profesionales, logística regional. Con capital semilla municipal (poco pero bien usado), banca pública provincial como apalancamiento y alianzas con universidades e institutos técnicos, es posible. No es teoría: ciudades similares ya lo hicieron.

No se trata de “ajustar al vecino”. Se trata de dejar de ajustar siempre al mismo: al emprendedor que paga tasas, al comerciante que no duerme para cubrir sueldos, al joven que se va porque acá nadie le ofrece un proyecto. La fiesta del clientelismo la paga ese contribuyente. Y ya no puede más.

La política periqueña tiene una oportunidad histórica: corregir el rumbo antes de que la inercia nos convierta en un dormitorio sin industria. Si el Ejecutivo y el Concejo se animan a cambiar el paradigma —transparencia, disciplina fiscal, productividad y desarrollo—, Perico puede recuperar su ADN: trabajar, producir y apostar al futuro.

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Este editorial no es un dedo acusador: es una invitación a la madurez. Ordenemos la casa, cuidemos cada peso, liberemos la energía emprendedora. Con eso, el empleo digno llega. Con clientelismo, solo llega la pobreza.

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