En política hay derrotas que no se miden en votos, sino en silencio social. Perico está en ese punto: nadie llena la calle para defender a Pascual Ficoseco (P), nadie se emociona por un proyecto municipal, nadie cree que esta gestión tenga algo nuevo para ofrecer. Un sexto mandato y un acompañamiento en las últimas elecciones del 9% del padrón es la confesión brutal de una verdad incómoda: el intendente gobierna la ciudad, pero ya no gobierna el ánimo de los periqueños.
La deslegitimación no es un adjetivo editorial; es un dato de gestión. En estas semanas quedó claro que el municipio es incapaz de ordenar sus propias líneas internas para afrontar los dos años que restan. No hay hoja de ruta, no hay relato, no hay agenda estratégica. Solo administración de emergencia, parches y una pelea de pequeños poderes por ver quién se queda con la presidencia del Concejo Deliberante.

La batalla por una presidencia vacía
Se discute si el sillón del Concejo quedará para el oficialismo, para el PJ o para los libertarios. La pregunta de fondo es otra: ¿a quién le importa?
Cuando el poder político pierde legitimidad, la presidencia del cuerpo se vuelve apenas un título burocrático, un sello más. La sociedad ya no ve en esos cargos herramientas para cambiar su vida cotidiana, sino parte del mismo sistema que fracasó.
Oficialismo, peronismo anacrónico y libertarios locales arrastran el mismo problema: hablan de poder, pero no pueden mostrar resultados para las mayorías. Esa distancia entre discurso y realidad es lo que convierte a cualquier ganador circunstancial en un rey de barro.
El peronismo de Perico: socios de un modelo agotado
El PJ local camina hacia el cadalso político junto al oficialismo “Jujuy Crece”. Lejos de construir una alternativa, se limitó a especular, negociar espacios y mirar de reojo los negocios que orbitan alrededor del municipio, sin eliminarlos, y sin repuestas de fondos de adhesión popular.
Sin proyecto, sin programa y sin vocación de confrontar el modelo, el peronismo periqueño se convirtió en una oposición de escritorio: critica bajo sospecha permanente, acuerda en las sombras y jamás se hace cargo de que también es responsable del pantano actual.
Mientras tanto, en los barrios, las prioridades son otras: trabajo, servicios, seguridad, transporte, oportunidades para los pibes. Nada de eso aparece en la agenda real de la dirigencia tradicional.
Los libertarios: entre la motosierra y el silencio
La Libertad Avanza en Perico construyó expectativas sobre una promesa: “vamos a terminar con la casta”. Pero ahora les toca demostrar si esa consigna era un slogan electoral o un programa de gobierno.
Todos saben que el municipio arrastra un gasto en personal que supera los 2.000 millones de pesos mensuales. La pregunta es directa:
¿Los libertarios locales van a promover de verdad los “proyectos motosierra” que dicen defender, con nombres y números sobre la mesa, o se van a llamar a silencio para llegar enteros al 2027?
Si el cálculo es “no tocar nada ahora y ajustar brutalmente cuando ganemos”, entonces no habrá diferencia ética con aquello que dicen combatir.
Si no se animan a discutir el elefante en la habitación —estructura estatal, prioridades de gasto, matriz productiva— su discurso anticasta se evaporará y quedarán atrapados en la misma decadencia que hoy critican.
Un gobierno nacional sostenido desde afuera, no desde abajo
A nivel nacional, el gobierno libertario sobrevive porque el Tesoro de Estados Unidos decidió sostenerlo un tiempo más. Esa asistencia externa funciona como respirador financiero, pero no genera legitimidad política.
La microeconomía está devastada, las pymes cierran, el consumo se derrumba y el empleo de calidad retrocede. La sociedad aguanta, pero la paciencia no es infinita.
En ese contexto, la volatilidad de la legitimidad nacional es altísima. Puede durar un año, dos, o explotar antes si la recesión se convierte en desesperación.
En Perico, directamente, ya no existe: el pacto emocional entre gobierno y ciudadanía está roto.
Sin legitimidad, solo queda trabajar
Cuando el poder pierde legitimidad, solo queda una salida: gestión concreta y soluciones visibles.
Los concejales de todos los espacios —oficialismo, PJ, libertarios, radicales sueltos o sellos menores— tienen la obligación política y moral de entender que la disputa por cargos ya no conmueve a nadie. Lo único que puede empezar a reconstruir alguna confianza social es:
- resolver el desastre urbano,
- discutir en serio el presupuesto y el gasto en personal,
- ordenar el municipio con transparencia,
- abrir la información pública,
- y convocar a la ciudadanía a participar en decisiones clave.
Si cada bloque se dedica a contar por WhatsApp cuántas presidencias, vicepresidencias y secretarías ganó en la rosca, el veredicto será feroz: son todos lo mismo.
2027: oportunidad o cementerio político
Perico ya decretó el final del ciclo Ficoseco, aunque la firma formal llegue en dos años. Lo que está en juego ahora es otra cosa:
¿quién será capaz de ofrecer un horizonte distinto o todos terminarán hundidos en el mismo descrédito?
La Libertad Avanza tiene la oportunidad de diferenciarse; también puede terminar chapoteando en el mismo barro. El PJ puede reinventarse como oposición seria o consumar su suicidio político definitivo.
Y el oficialismo actual solo tiene una opción digna: gestionar lo que resta con humildad, transparencia y sin maquillaje.
La legitimidad no se declama: se gana todos los días. En Perico, el plazo de gracia venció. Lo que viene será, o un nuevo comienzo, o la confirmación de que la dirigencia eligió seguir discutiendo cargos mientras la ciudad se le cae encima.
