Perico tiene algo que no se compra: soft power productivo. Una identidad laboral y comercial que ordena a su comunidad, atrae proveedores, forma oficios y establece reglas tácitas de colaboración. Cuando esa energía social se alinea con infraestructura y normas inteligentes, el resultado es crecimiento con arraigo.
El complejo tabacalero es un activo de clase mundial. Si sumamos agricultura de precisión, estandarización de calidad, curado eficiente y trazabilidad digital, cada campaña puede capturar más precio por kilo y estabilizar ingresos familiares. El paso siguiente es industria: blends, extractos, bioproductos, papeles especiales y packaging de alto valor.
El mercado frutihortícola de Perico es la otra bisagra. Modernizado como hub logístico y de inocuidad (frío, calibrado, empaque, certificaciones), baja mermas, mejora precios y acelera rotación de capital para productores de todo el valle. Con cámaras, trazabilidad y servicios financieros in situ, el mercado pasa de “playa de camiones” a plataforma de negocios.
La zona franca y el parque industrial deben ser la pista de despegue. Ventanilla única, lotes “plug & play”, energía asegurada, crédito competitivo y mentoría para PyMEs permiten radicar: deshidratado de frutas y hortalizas, aceites esenciales, bioplásticos, biofertilizantes, muebles y metalmecánica para riego y energía renovable. El indicador clave no es metros cubiertos, sino empleos formales y exportaciones.
Tecnificar el agro no es moda: es margen. Riego presurizado, sensores de humedad, estaciones meteorológicas, drones, gestión por datos, logística con turnero digital y contratos de compra inteligentes reducen costos y riesgo. Un Centro Periqueño de Innovación Agroindustrial (con INTI/INTA, universidades y empresas) puede certificar procesos, formar técnicos y acompañar adopción tecnológica en campo.
Perico puede liderar un modelo en red: cada ciudad de Jujuy como “terminal productiva” de bienes y servicios, vinculada al hub periqueño por logística y datos. Palpalá en metalmecánica, Los Alisos en alimentos, El Carmen en agroprocesamiento, San Salvador en economía del conocimiento; todos conectados al corredor bioceánico para llegar a puertos del Atlántico y Pacífico con costos competitivos.
Para activar el motor, hacen falta dirigentes y empresarios pragmáticos, no burócratas. KPIs trimestrales, compras públicas pro-PyME, reglas estables, plazos ciertos y transparencia. Programas de primer empleo joven con formación dual y pasantías pagas en plantas y fincas. Y un alivio regulado del endeudamiento de familias y comercios que libere consumo y permita planificar.
El soft power periqueño también es cultura: ferias, clubes, escuelas técnicas, cooperativas y cámaras sectoriales que trabajan juntas. Esa trama social es la mejor garantía para sostener políticas más allá de un turno electoral. Cuando la comunidad se apropia de la agenda productiva, la política deja de prometer y empieza a entregar.
Perico no necesita inventarse; necesita acelerarse. Si alinea su identidad comercial con infraestructura, tecnología y reglas pro-empleo, el Valle de los Pericos puede ser la linterna que guíe a Jujuy fuera del estancamiento: más valor agregado, más salarios, más futuro.
