Editorial // El peronismo, oxidado y sin alma, sigue siendo –aunque duela– el único contrapeso real frente al experimento ultraliberal que encarna Javier Milei. Lo demuestran, sin euforias ni épicas, las elecciones de este fin de semana en Rosario y Formosa: triunfos locales del PJ, cada uno con sus matices, que reafirman una verdad política tozuda y brutal. Aun cuando el fuego interno parece apagado, el viejo aparato justicialista sigue con vida. No enamora, pero resiste. No lidera, pero incomoda.
En Formosa, el modelo feudal del gobernador Gildo Insfrán logró una nueva victoria aplastante, sostenida por la ley de lemas, esa maquinaria electoral arcaica que dinamita toda competencia real. Es un triunfo de otro siglo. Un éxito que huele a encierro, no a renovación. A control, no a creatividad. Pero es un triunfo al fin.
En Rosario, el PJ avanzó en un terreno que le era adverso, impulsado por la angustia del bolsillo y el industricidio que se acelera bajo el gobierno nacional. El derrumbe del consumo y el hastío con el ajuste de Milei parecen haber roto un techo histórico del peronismo santafesino, que se anima a mirar más allá del 30%. Aun así, no hay potencia alternativa visible hacia octubre y mucho menos hacia 2027. Son victorias que no transforman: apenas administran los escombros del pasado.
El ring sigue en pie: el peronismo está ahí
La paradoja argentina es que, incluso en su peor versión, el peronismo sigue siendo el único jugador en la cancha capaz de confrontar con Milei. Está en el centro del ring, maltrecho, confundido, a veces inmóvil. Puede ser noqueado, puede ser derrotado. Pero es el único contrincante con cuerpo real, con músculo territorial, con memoria popular. No hay otra fuerza que tenga, siquiera, una chance concreta de disputarle poder al libertarismo.
Sin embargo, este peronismo carece de ideas. Sufre parálisis creativa, repite nombres, prácticas y liturgias que ya no interpelan a nadie. Sigue caminando en círculos. Los triunfos provinciales no inyectan fuego político. No despiertan pasiones, ni convocan nuevas generaciones. Son gestos reflejos de un aparato que sobrevive en piloto automático.
En Jujuy, los fantasmas del pasado buscan protagonismo
La escena provincial repite el drama nacional con sus propios actores. Eduardo Fellner, viejo caudillo peronista, asoma como eventual gran componedor. Sería quien intente unificar el arco peronista, hoy disperso, desangrado y sin horizonte. Un hombre del pasado llamado a resolver el presente. Mala señal.
En el otro rincón, Gerardo Morales, sin pudor ni recato, se prepara para tomar el mando real de Jujuy Crece. Ya sin máscaras, con Milei estancado en su techo nacional del 30%, el radicalismo busca volver a ser opción. Ambos liderazgos –Fellner y Morales– representan lo viejo de la política jujeña, y sin embargo, son los únicos con chances claras de quedarse con bancas en un escenario de tercios.
Ese escenario abre una grieta por donde puede filtrarse lo impensado: la izquierda. No por una ola roja, sino por ser los únicos distintos, por mostrarse ajenos a los pactos y privilegios. En un contexto donde la LLA en Jujuy no ha demostrado diferencia alguna con la «casta» que condena, la izquierda, con esfuerzo y calle, podría sorprender y arrebatar espacio.
Conclusión: el vacío que deja Milei, y que nadie llena
La gestión Milei es un vendaval ideológico que destruye lo existente, pero no construye nada en su lugar. Apuesta a la demolición sin plano de reconstrucción. Ante eso, el peronismo tiene una oportunidad: volver a decir algo nuevo, en un lenguaje nuevo, con protagonistas nuevos. Pero hasta ahora no lo hace. Y las victorias locales, aunque dignas, no sirven si no prenden una chispa nacional.
La cancha está abierta. La historia no espera. El poder no se hereda ni se mendiga. Se conquista. Y para eso hace falta más que aparatos: hace falta coraje, visión y un nuevo relato colectivo. ¿Estará el peronismo a la altura del momento histórico? ¿O su rol será solo administrar su lenta retirada?
Desde el Norte Grande, seguimos mirando, con el corazón en llamas y la razón alerta.