«Primero dejaron de pagar la tarjeta, ahora dejan de comer»: la bomba del endeudamiento estalla en Jujuy

«Primero dejaron de pagar la tarjeta, ahora dejan de comer»: la bomba del endeudamiento estalla en Jujuy


Mientras el Gobierno nacional festeja equilibrio fiscal y el superávit financiero, las familias argentinas se derrumban en silencio. Según datos oficiales, la morosidad en el pago de tarjetas de crédito alcanzó el 38%, el peor nivel en 15 años. Pero detrás de ese número hay una realidad más cruda, más silenciosa y más urgente: en provincias pobres y periféricas como Jujuy, la deuda no solo aplasta a los bolsillos, sino que pone en riesgo la comida en la mesa.

En una provincia donde el mercado privado es escaso, la actividad económica depende fuertemente del Estado nacional y sus transferencias, y los salarios son de los más bajos del país, el efecto es demoledor. Las tarjetas dejaron de ser un instrumento de consumo para convertirse en la última herramienta de supervivencia. Ya no se usan para viajar ni para renovar electrodomésticos: se usan para comprar arroz, aceite, leche en polvo.


Cuando la tarjeta se funde y el changuito está vacío

El fenómeno ya tiene nombre propio en los informes técnicos: sobreendeudamiento de subsistencia. Es decir, familias que se endeudan no para acceder a bienes, sino para evitar la indigencia. La situación escaló en los últimos tres meses, donde las tasas de interés superaron el 130% anual y las refinanciaciones se volvieron una trampa mortal. Un millón de argentinos ya cayó en la categoría de “incobrables” para el sistema financiero.

En Jujuy, la situación es peor: no hay industria fuerte, el turismo cayó y la construcción pública está paralizada. ¿Cómo se paga entonces el mínimo de una tarjeta que ya no cubre ni la mitad del changuito? Simple: no se paga. Y el miedo cambia de forma: primero era miedo a la deuda, ahora es miedo al hambre.


Comer con crédito, pagar con angustia

Los datos de la Secretaría de Finanzas y del Banco Central no mienten: la morosidad crece de forma sostenida, y los niveles de impago se dispararon en abril y mayo. La suba del dólar y los recortes en subsidios empeoran el panorama. En Jujuy, ya se detectaron casos donde familias acumulan hasta cinco préstamos superpuestos, entre bancos, fintechs y créditos personales para afrontar gastos básicos: comida, gas, transporte escolar.

El desborde no solo es financiero: la salud mental de la población se deteriora. Psicólogos y asistentes sociales de hospitales públicos denuncian un incremento notable de cuadros de ansiedad, insomnio y depresión vinculados al agobio económico.


¿Qué sigue? ¿Comer fiado? ¿Vivir de deuda?

Este escenario plantea una pregunta brutal pero necesaria: ¿hasta dónde se puede vivir endeudado sin romperse por dentro? En Jujuy, ya hay barrios donde la economía gira en torno al “fiao”, donde la tarjeta no pasa, pero el almacenero anota. Lo que viene es incierto: más inflación, menos empleo, caída del consumo y presión social en aumento.

El ajuste que se celebra en los despachos porteños se vive como asfixia en el interior profundo. No hay milagro de mercado que funcione cuando la dignidad se paga en cuotas y con intereses usureros.


Una bomba silenciosa

La deuda de las familias argentinas no está en los titulares, pero crece como una bomba de tiempo. Y si explota, serán los hogares más vulnerables —como los del norte argentino— los primeros en pagar los platos rotos.

En Jujuy ya no hay margen. La deuda no es financiera: es humanitaria. Y no admite más postergaciones.

¿Qué es lo que más te preocupa hoy en Jujuy?

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *