Provincias en el filo: ¿disyuntiva o destino?

Provincias en el filo: ¿disyuntiva o destino?

Por Jorge Lindon // El mapa político cambió de eje. Con un gobierno nacional fortalecido en las urnas, el equilibrio de poder que hasta hace semanas permitía a los gobernadores voltear vetos y negociar transferencias se desdibujó. La nueva normal es otra: privatizaciones, restricciones y ajuste como vector macro, y presencia libertaria creciente en concejos deliberantes y legislaturas que erosiona oficialismos locales. El margen provincial se achica; los tiempos —y los mercados— no esperan.

Primera constatación: la caja manda. Con Nación enfocada en déficit cero y ancla cambiaria, las provincias enfrentan una doble pinza: menor asistencia discrecional y coparticipación volátil por la caída de la actividad. A eso se suma la indexación de costos duros (salarios, energía, contratos) y la presión social. El resultado es un stress de liquidez que obliga a reordenar prioridades, aun a riesgo de pagar costos políticos inmediatos.

Segunda constatación: el avance territorial libertario (bloques en concejos y cámaras) reconfigura reglas de juego. Habrá auditoría permanente sobre gasto, obra y empresas públicas provinciales; y un freno ideológico a “políticas de derrame local” que por años lubricaron gobernabilidad. La consecuencia: gobernar será legislar con oposición fiscalista y sin “parches” de emergencia.

¿Disyuntiva o destino? Depende de la capacidad de pasar del reflejo defensivo al rediseño estratégico. Si la respuesta es solo recortar y demorar pagos, la implosión es cuestión de calendario. Si la respuesta es reconstruir el modelo provincial sobre productividad, hay salida.

Hoja de ruta mínima —pragmática, no romántica—:

  1. Pacto Fiscal Provincial 2.0
    Con metas trimestrales y auditoría pública: tope de gasto corriente, reducción escalonada de Ingresos Brutos distorsivos, consolidación de deuda flotante y regla anticíclica (hasta 1% de los ingresos al Fondo de Estabilización Provincial). Sin regla, no hay credibilidad.
  2. Reforma del Estado con bisturí, no con hacha
    Mapa de programas (qué sirve/qué se fusiona/qué se termina) con KPIs; digitalización total de compras; outsourcing competitivo donde el privado es mejor (mantenimiento, logística), y fortalecimiento donde el Estado es insustituible (primera infancia, salud primaria, seguridad). Empresa pública que no tenga plan de negocios sustentable → holding provincial con gobierno corporativo y cronograma de desinversión.
  3. Alivio al empleo formal
    Bajada de cargas patronales provinciales/municipales para nuevas altas por 24 meses, “mochila” provincial (fondo mutual de cese) para PyMEs y convenios sectoriales que premien productividad. El empleo no desaparece: se reubica; o se formaliza, o se fuga a la informalidad.
  4. Obra pública recalibrada
    Cierre de proyectos sin ROI social; PPP con cláusulas anticorrupción y matriz de riesgos estándar; prioridad a logística (rutas secundarias, conectividad, energía distribuida) que habilite exportaciones de escala media.
  5. Motor exportador y clusters
    Ventanas rápidas: agroalimentos con calidad y trazabilidad, minería responsable, forestaciones, turismo de cercanía, y servicios basados en conocimiento. Cada provincia necesita dos o tres clusters con plan de 18 meses (traba regulatoria, financiamiento, talento). Sin foco sectorial, no hay multiplicador.
  6. Innovación y capital humano como política anticrisis
    Recortar ciencia/educación es pegarse un tiro en el pie. Becas tecnológicas cofinanciadas, centros de formación dual con sector privado y compras públicas innovadoras (salud, EdTech, GovTech) para motorizar PyMEs locales.
  7. Escudo social inteligente
    Un piso de protección no clientelar: nutrición + primera infancia + empleo joven con condicionalidades y evaluación de impacto. Menos planes sin salida; más transición a empleo con tutores y bonos por permanencia.
  14%: gobierno de minoría, provincia en tiempo de descuento

¿Y la política? Con Milei alineado a Washington y al FMI en busca de reservas y ancla antiinflacionaria, el “veranito financiero” dura mientras el orden fiscal sea creíble y la paz social aguante. Apostar a que “todo estalle” es mala estrategia: los gobernadores que solo resisten terminarán administrando la escasez y la bronca. Los que coproduzcan reformas con cláusulas de desarrollo provincial (obras habilitantes, alivio tributario al empleo, ventanillas de exportación) tendrán licencia social más larga.

¿Hay otro camino? Sí: federalismo de resultados. Provincias asociadas por corredor (Norte Grande, Centro, Patagonia) para negociar en bloque logística, energía y créditos multilaterales; estándares comunes para inversiones y tablero público de metas. Si cada distrito va solo, pierde; si coordina, compra poder de negociación.

¿Resiste más ajuste la sociedad? No resiste el ajuste sin horizonte. Si el relato es solo “dolor hoy, gloria mañana”, la mecha es corta. Si el paquete incluye empleo formal, baja de impuestos al que produce y garantías de cuidado a los más vulnerables, la gobernabilidad sube varios puntos.

Conclusión: El futuro económico de las provincias no está escrito. Disyuntiva, no destino: o implosionan peleando por migajas, o se reescriben como unidades de productividad y talento. Menos épica y más ingeniería. Menos látigo y más contrato federal medible. En el nuevo tablero, el que mide, prioriza y ejecuta gana tiempo —y futuro— para su gente.

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