¿Puede el NOA Competir en la Nueva Guerra Comercial Mundial?

¿Puede el NOA Competir en la Nueva Guerra Comercial Mundial?


El planeta está atrapado en una tormenta económica que no da tregua. La guerra arancelaria iniciada por Donald Trump en 2016 y sostenida —aunque con matices— por Joe Biden, ha alterado profundamente las reglas del comercio internacional. El impacto ha sido global: China, la Unión Europea, Canadá y México han sentido el golpe. Pero, en un giro inesperado, China contraatacó.

Como señala Lourdes S. Casanova, directora del Emerging Markets Institute, lo que estamos viviendo es una venganza comercial de dimensiones históricas. Lejos de ser un simple ajuste de tarifas, se trata de un proceso de desglobalización parcial donde los países buscan replegarse, levantar sus propias barreras y proteger sus mercados internos. ¿El resultado? Polarización, fragmentación y un cambio radical en las cadenas de suministro.

Ahora bien, ¿dónde queda el NOA argentino en este tablero de ajedrez?

El desafío brutal de competir

Las economías regionales del norte argentino —basadas en productos como tabaco, caña de azúcar, frutas, legumbres, hortalizas y vinos— enfrentan hoy un problema estructural: carecen de competitividad sistémica.

En un mundo donde los grandes jugadores endurecen sus posiciones, el costo argentino es un ancla mortal:

  • Altísimos costos logísticos.
  • Excesiva carga tributaria.
  • Infraestructuras obsoletas.
  • Financiamiento inaccesible.
  • Brecha tecnológica alarmante.

Además, como consecuencia del proceso inflacionario argentino crónico, se genera un fenómeno dramático: cada vez que el peso argentino se aprecia ficticiamente (por intervención o atraso cambiario), nuestros productos se vuelven aún más caros e inviables para exportar.

En otras palabras: mientras China se reorganiza para exportar más y mejor, el NOA se encuentra cada vez más rezagado.

¿Podemos competir? Sí, pero no así.

El NOA podría insertarse en el nuevo orden, pero sólo si acepta un giro radical en su modelo económico:

  • Tecnologizar toda su cadena productiva.
  • Rediseñar su logística y transporte.
  • Apostar por nuevos modelos de comercialización global (plataformas digitales, marketplaces, smart contracts).
  • Agregar valor en origen: industrializar localmente los productos primarios.
  • Diversificar mercados: mirar más allá del Mercosur tradicional, conectando directamente con Asia, África y el mundo árabe.

Además, será imprescindible un nuevo marco institucional: más transparencia, más eficiencia, menos costos impositivos, y reglas claras para atraer inversiones serias que respeten la sostenibilidad ambiental y la equidad social.

El golpe que no vimos venir

Muchos gobiernos provinciales aún no parecen comprender que el cambio es irreversible.
Seguir apostando únicamente al litio o a proyectos extractivistas es un error estratégico similar al que cometió Estados Unidos subestimando la respuesta de China.

El NOA tiene todo para competir: recursos naturales, mano de obra calificada, identidad cultural, capacidad productiva.
Lo que falta es visión estratégica y voluntad política de modernizarse sin ataduras.

Conclusión: el tiempo se acaba

La guerra comercial no va a terminar con un tratado de paz.
El nuevo orden mundial ya está en marcha, y quienes no se adapten quedarán condenados a la marginalidad.

El NOA debe decidir:
¿Seremos víctimas pasivas de la historia o protagonistas activos de nuestro destino?

La respuesta no puede esperar.

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