Los gobernadores radicales acudieron a Casa Rosada con un plan: defender la moral y el legado de Raúl Alfonsín, y tratar de encontrar un espacio en el proyecto libertario que impulsa Javier Milei. Pero lo que recibieron fue una lección sobre disciplina fiscal de la que pocos se esperaban salir ilesos.
Durante dos largas horas, el presidente Milei no pidió votos ni respaldo político, sino algo mucho más concreto: que cada gobernador radical asuma la responsabilidad de sus propios presupuestos, algo que, en su visión, implica una “motosierra” brutal sobre los gastos públicos. Milei fue claro: el equilibrio fiscal es innegociable, y la era del clientelismo y la «preventa obsoleta» en los municipios tiene los días contados.
Carlos Sadir, gobernador de Jujuy, se llevó una advertencia en particular: los compromisos asumidos en el pacto de Tucumán no son decorativos. A pesar de su retórica moralizadora, los gobernadores radicales se han mostrado incapaces de alcanzar un equilibrio fiscal, y la deuda en dólares que han acumulado —hoy cada jujeño debe más de siete millones de pesos— es un problema de proporciones catastróficas. La conversación con Milei no fue más que una confirmación de una realidad preocupante: si no logran un ajuste inmediato, los radicales están condenados a una derrota lapidaria en las elecciones de 2025, con el tercer o incluso cuarto lugar como su único consuelo.
Lo irónico es que, al salir de la reunión, algunos gobernadores radicales intentaron justificar el tono irreverente y las críticas de Milei contra Alfonsín, calificándolas de “la frescura que tiene Milei”. ¿Desde cuándo la “frescura” es sinónimo de pulverizar un legado histórico? En su esfuerzo por congraciarse con el nuevo líder, el radicalismo parece haber perdido el rumbo, abdicando de los principios que alguna vez defendió.
Lo cierto es que la UCR se enfrenta a una encrucijada: o se adapta al nuevo orden económico de ajuste extremo, o se arriesga a un declive electoral irreversible. Y mientras los gobernadores radicales tratan de justificar lo injustificable, Milei sigue adelante con su plan, dejando al radicalismo relegado a la periferia del poder, sin otra opción que cortar sus propios presupuestos si desean sobrevivir en la política del nuevo ciclo.
Y si el futuro es oscuro para los gobernadores, la situación es aún peor para los intendentes radicales en Jujuy. La «motosierra» que Milei exige aplicar al presupuesto provincial también arrasará los municipios, obligando a los intendentes a hacer ajustes drásticos y a recortar el gasto sin piedad. Sin el colchón de clientelismo y prebendas que durante años sostuvo su estructura política, los intendentes enfrentarán la tormenta de descontento popular que ellos mismos sembraron, y, como sus gobernadores, probablemente correrán la misma suerte de fracaso asegurado en las próximas elecciones.