Récord del oro, silencio del Central: Argentina sin respuestas sobre sus lingotes

Récord del oro, silencio del Central: Argentina sin respuestas sobre sus lingotes

El oro sube cuando el planeta tiembla. No es romanticismo: es termómetro. En un tablero con guerras, sanciones y volatilidad financiera, los grandes fondos huyen del riesgo y vuelven al metal. El precio en máximos históricos no es una noticia aislada; es un síntoma de desconfianza sistémica y, a la vez, una señal de oportunidad para los países que todavía tienen reservas “de verdad”.

Argentina, sin embargo, está en otra película: la del secreto.

En las últimas horas, la Cámara Contencioso Administrativo Federal le ordenó al BCRA que responda pedidos de acceso a la información pública vinculados al traslado de lingotes de oro al exterior. El tribunal cuestionó que el Banco Central no justificó adecuadamente por qué pretendía declarar confidencialidad total, y marcó que la negativa chocaba con principios básicos de transparencia y máxima divulgación.

No estamos discutiendo un chisme de pasillo: estamos hablando de un activo estratégico nacional. Un respaldo de última instancia. La caja fuerte de confianza cuando todo lo demás falla. Y, sin embargo, la sociedad —y los organismos de control— reciben humo.

Según reconstrucciones periodísticas, parte de esos lingotes podrían haber sido depositados en una cuenta en Londres vinculada al Banco de Pagos Internacionales (BIS). Si esto es así, corresponde informar: volúmenes, fechas, motivos, custodios, costos, condiciones, garantías y si hubo o no operaciones de préstamo/colateral. No por curiosidad: por soberanía económica.

La pregunta que incomoda a la política es simple:
si el oro es de todos, ¿por qué se administra como si fuera de nadie?

Y acá aparece el punto más grave: la lógica del “secreto” no protege al Estado; lo debilita. Porque cuando un país no puede explicar dónde está su oro, no solo se abre un frente judicial y mediático: se abre un riesgo reputacional. Los mercados castigan la opacidad con prima de riesgo. Y la prima de riesgo, en Argentina, la pagan siempre los mismos: el consumo, el crédito, la inversión y el empleo.

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La política mira para otro lado porque el costo de hablar es alto: hablar obliga a rendir cuentas. Y rendir cuentas implica mostrar papeles, decisiones, nombres, firmas, mecanismos.

En una Argentina que repite la liturgia del ajuste “inevitable”, el oro es el símbolo perfecto:
cuando el mundo valora el refugio, nosotros discutimos si tenemos derecho a saber dónde está.

No se trata de conspiraciones. Se trata de reglas mínimas de un país normal:

  • Auditoría técnica y pública de existencias y movimientos.
  • Reporte oficial completo al Congreso y a la AGN.
  • Publicación de condiciones de custodia y eventuales contratos asociados.
  • Cronograma de información periódica, sin excepcionalidades discrecionales.

El oro no es un trofeo: es un seguro. Y los seguros, si no se pueden verificar, no existen.

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