¿Recuperación real o espejismo estadístico? El consumo en supermercados creció 4,2% en enero y se enciende el debate sobre el poder adquisitivo

¿Recuperación real o espejismo estadístico? El consumo en supermercados creció 4,2% en enero y se enciende el debate sobre el poder adquisitivo

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El INDEC acaba de publicar un dato que sorprendió a más de uno: en enero de 2025, las ventas en supermercados crecieron un 4,2% interanual en términos reales. Es decir, por encima de la inflación. Un fenómeno que —en apariencia— señalaría una recuperación del poder adquisitivo, un repunte en el consumo y un respiro en medio del ajuste. Pero ¿es realmente así? ¿O estamos ante un fenómeno estadístico acotado que no logra reflejar la complejidad socioeconómica de un país acostumbrado a caminar al borde del abismo?

Para comprender el alcance del dato, es clave tener en cuenta que el crecimiento real de las ventas en supermercados no necesariamente implica una mejora estructural en el bienestar de la mayoría. En los últimos meses, el gobierno de Javier Milei ha impulsado una estrategia de shock económico que incluyó una fuerte devaluación, una política monetaria contractiva, y una caída significativa en el gasto público. Sin embargo, en paralelo, la inflación —aunque alta— comenzó a desacelerarse: del 25% en diciembre del 2023 se bajó a un 2,4% en febrero en el 2025, y eso empieza a verse reflejado en algunos indicadores de consumo formal.

Según los especialistas, lo que se observa es un fenómeno dual: por un lado, un segmento de la población que aún conserva ingresos formales o ha podido recomponer salarios comienza a recuperar su capacidad de compra frente a precios que se estabilizan o bajan; por el otro, amplios sectores siguen sumergidos en una economía informal, con ingresos congelados, que no logran acceder a los beneficios de esta aparente “reactivación”. El dato de los supermercados, entonces, refleja una parte del consumo —la más formalizada—, pero no da cuenta del conjunto de la economía popular.

El consultor económico Martín Kalos lo resume así: “Cuando se ajusta sobre los sectores informales y se mantiene cierto poder adquisitivo en los asalariados registrados, el consumo formal puede repuntar, pero eso no significa que haya una mejora transversal. Lo que hay es una redistribución regresiva del ingreso: unos pocos mejoran, muchos más se empobrecen”.

Al mismo tiempo, los bancos y cadenas mayoristas observan un cambio en los patrones de compra: más promociones, más ventas por unidad, más productos de primeras marcas que se “liquidan” y menos stock acumulado. Es decir, se vende más, pero de otra manera. No hay una explosión de consumo ni un regreso al optimismo: hay estrategias defensivas del consumidor frente a un futuro incierto.

Porque si algo define a la economía argentina es la incertidumbre. La inflación de marzo todavía es una incógnita, el tipo de cambio oficial sigue pisado pero el blue reacciona, y la capacidad del Gobierno para sostener un equilibrio fiscal sin asfixiar la demanda interna está en jaque. En ese escenario, un dato positivo puede ser simplemente un oasis.

¿Estamos entonces en una verdadera recuperación del poder adquisitivo? La respuesta es ambigua. Sí, hay una mejora relativa para ciertos sectores formales con ingresos actualizados y bajo endeudamiento. No, no hay una recuperación masiva ni sostenible mientras la pobreza real se mantenga por encima del 50%, la informalidad laboral ronde el 45% y el salario mínimo apenas supere los 300 dólares.

En definitiva, el dato del INDEC es alentador, pero debe leerse con cautela. La economía argentina está lejos de una recuperación sólida: sigue navegando en un mar de volatilidad, donde cualquier brisa puede convertirse en tormenta. El consumo mejora, pero sobre una base frágil. Y el poder adquisitivo se recupera, sí, pero no para todos.

Mientras tanto, la única certeza es que la incertidumbre sigue siendo la regla, y no la excepción, en este país donde los datos duros siempre necesitan ser cruzados con la realidad sensible de la calle.

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