El dato ya no es rumor: Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, dijo públicamente que intervino en el mercado argentino comprando pesos para “ayudar” a Milei y contener la presión cambiaria. Lo registraron medios y briefs financieros en tiempo real.
¿Qué significa, en términos prácticos, que el Tesoro norteamericano compre pesos? Primero, demanda artificial de moneda local para empujar hacia abajo la cotización del dólar libre y suavizar expectativas. Segundo, poder de fuego exógeno en una plaza chica: unos cientos de millones coordinados con bancos globales alcanzan para mover precios en jornadas finitas, como ya describen crónicas de mercado.
Ahora bien, ¿qué hace el Tesoro con esos pesos? Hay tres caminos plausibles:
- Parquearlos en instrumentos cortos (Letras/bonos CER) para absorber liquidez y, llegado el caso, salir sin avisar;
- Usarlos como plataforma para canjear por bonos en dólares y así comprimir riesgo país en la previa electoral;
- Dejarlos como “señal” de respaldo político, sabiendo que la sola presencia oficial norteamericana disciplina a jugadores locales. El detalle operativo no está publicado, pero la narrativa oficial que acompaña estas jugadas viene atada a un paquete mayor: un repo o swap por hasta USD 20.000 millones garantizado con DEG/FED para apuntalar reservas y operar deuda. Eso fue lo que Caputo venía negociando en Washington, según la cobertura especializada.
¿Alcanza para estabilizar? En el corto plazo, sí puede bajar la fiebre: cuando el que pone la manguera es el Tesoro de EE.UU., los traders no testean el límite todos los días. Pero el diagnóstico estructural no cambia: atraso cambiario acumulado, salarios licuados, caída de la demanda y recesión extensa. Ningún dólar prestado puede sustituir un programa consistente de desinflación con anclas creíbles y reglas para salir del cepo sin romper todo.
Además, conviene leer la letra geopolítica: Bessent no oculta que el objetivo es desplazar a China de áreas clave (energía, telecom, tecnología) y “ayudar” a Milei. Ese giro puede encarecer o frenar proyectos donde Beijing hoy es comprador o financiador dominante (litio, renovables, obras viales), con impacto directo en economías regionales. Cambiar de “proveedor de estabilización” trae condicionalidades nuevas y la pregunta de fondo: ¿soberanía económica o tutela?
¿Mejora esto la performance política de LLA? En la foto de esta semana, sí: menos ruido de dólar, más oxígeno en la campaña. Pero el humor social está dañado por la recesión larga: el salario real no se recompone con comunicados, y cada familia juzga por la heladera, no por los hilos de X. La estabilidad importada es útil para cruzar la elección; no garantiza gobernabilidad después.
La otra pregunta es incómoda: si el ancla pasa a manos de Washington, ¿quién es el ministro de Economía de facto? Caputo quedó como negociador y vocero; pero la palanca dura —dólares, autorización y timing— la tiene Bessent. En ese esquema, cualquier desalineamiento entre metas políticas locales y prioridades de la Casa Blanca puede traducirse en retiro de apoyo y nuevo sobresalto.
¿Habrá devaluación? La brecha entre precios y tipo de cambio “político” no desaparece con compras puntuales de pesos. Si no hay un plan con calendario y costos explícitos para unificar y normalizar el mercado, el ajuste reaparece después de la elección —o antes, si el respaldo se frena— vía salto del dólar, más recortes o combinación de ambos. El propio “paquete” que se negocia (repo/DEG/bonos) fue presentado como una red transitoria, no como solución permanente.
La conclusión es brutal pero honesta: lo que hoy sostiene el tipo de cambio es política exterior, no macro doméstica. Y mientras eso ocurra, Argentina alquila estabilidad por día. Puede alcanzar para una foto, quizá para una semana tranquila. Pero sin producción, crédito y reglas previsibles, no hay milagro importado que vuelva sustentable el bolsillo de la gente.
En síntesis: Bessent puede ganar tiempo, no futuro. Si el Gobierno usa ese tiempo para ordenar precios relativos, aliviar ingresos y trazar una salida del cepo con anclas fiscales y monetarias verificables, el apoyo tendrá sentido. Si lo usa solo para cruzar urnas, el “rescate con bandera ajena” será recordado como lo que es: una calma prestada con factura en dólares.