San Salvador devastada por la desidia: la gestión de Raúl «Chuli» Jorge bajo la lupa tras el temporal

Otra vez la ciudad de San Salvador de Jujuy está sumergida en una crisis anunciada. No fueron lluvias extraordinarias, sino un temporal previsible que expuso con crudeza la desidia absoluta del gobierno municipal encabezado por Raúl “Chuli” Jorge. Dos puentes esenciales colapsaron, dejando aislados a barrios enteros y paralizando incluso al Concejo Deliberante, ahora incomunicado y sin actividad legislativa, revelando simbólicamente el aislamiento institucional provocado por décadas de negligencia.

No se trata solo de infraestructura deteriorada: la empresa estatal Aguas Jujuy nuevamente atribuyó al clima la responsabilidad exclusiva de la turbiedad del agua potable, dejando sin servicio a miles de familias. En su indignante comunicado oficial, la compañía naturaliza el problema y omite su responsabilidad, evidenciando la inexistencia total de inversiones en mantenimiento y modernización de sistemas básicos que deberían estar garantizados.

Durante casi 20 años, la gestión municipal encabezada por Jorge ha realizado promesas de obras públicas con fondos recaudados a través de tarifazos, tasas ilegales y créditos millonarios. Sin embargo, estas promesas jamás se materializaron, dejando a los ciudadanos en una situación de extrema vulnerabilidad frente a fenómenos climáticos reiterados y absolutamente previsibles.

El puente hacia Los Molinos, punto crucial de conexión, sufrió una caída que era totalmente evitable, producto directo de la ausencia de mantenimiento. Similar destino tuvo el puente en la zona de los Huaicos, aislando al Concejo Deliberante por primera vez en su historia y obligando a los concejales a enfrentarse con la misma realidad que ignoran desde sus bancas: la incompetencia en la administración de los recursos públicos.

Desde el gobierno provincial, alineado con el municipio capitalino, lejos de aceptar responsabilidades, se optó por calificar de «oportunistas» a aquellos vecinos y dirigentes que señalaron con claridad las deficiencias crónicas y exigieron la presencia de funcionarios en las zonas más afectadas. Esta actitud arrogante y carente de autocrítica demuestra la distancia entre el poder político y la realidad cotidiana de quienes padecen el abandono institucional.

San Salvador es hoy una ciudad estructuralmente pobre, cuya crisis no es solo visible en superficie sino también en su subsuelo, con un peligro latente que aumenta ante la inexistencia absoluta de planificación urbana seria y responsable. Las bases mismas del desarrollo urbano están comprometidas, haciendo imposible cualquier proyecto serio de futuro mientras continúe la actual gestión.

Frente a esta realidad crítica, la ciudadanía tiene la oportunidad histórica de transformar su indignación en acción política concreta. El temporal puso al descubierto las falencias de una administración agotada y negligente. Es tiempo de asumir la responsabilidad cívica y buscar un cambio profundo que devuelva dignidad, planificación efectiva y verdadera jerarquía a la llamada «Tacita de Plata», hoy despojada por quienes la gobiernan.