Sarampión en Jujuy: cuando el ajuste mata la prevención

Sarampión en Jujuy: cuando el ajuste mata la prevención

La reaparición de casos de sarampión en distintas localidades de Jujuy es mucho más que una alarma sanitaria: es un símbolo brutal del fracaso político. El sarampión no es una enfermedad misteriosa, ni nueva, ni “imprevisible”. Es una patología totalmente prevenible con una vacuna que la Argentina supo aplicar con orgullo y eficacia durante décadas.

Si hoy volvemos a hablar de brote, la pregunta no es “qué mala suerte tuvimos”, sino quién dejó caer las coberturas vacunales y por qué.

El Gobierno nacional decidió, desde el primer día, convertir al sistema de salud en una variable de ajuste. Menos presupuesto, menos campañas, menos logística para llegar a los barrios, menos equipos territoriales. La señal fue clara: la prevención dejó de ser prioridad. Las consecuencias, como siempre, llegan primero a las provincias más vulnerables.

Pero Jujuy no es una espectadora inocente.
Si la Nación recorta, la Provincia tiene la obligación política y moral de anticiparse, reforzar sus propios programas, salir casa por casa con los equipos de salud, blindar el calendario de vacunación. En vez de eso, vimos un Ministerio ocupado en sostener el discurso del “orden fiscal” mientras se desarmaba silenciosamente la red de atención primaria.

El resultado está a la vista:
– chicos y chicas sin segunda dosis,
– familias que no reciben información clara,
– centros de salud con personal agotado y recursos mínimos,
– y ahora un brote de una enfermedad que en los papeles estaba controlada.

El sarampión es un test de estrés para cualquier sistema sanitario. Jujuy lo está desaprobando. No por falta de médicos, enfermeros o agentes sanitarios –que dejan la vida todos los días–, sino por falta de decisión política: el gobierno provincial aceptó el recorte nacional, miró para otro lado y siguió como si nada.

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Es inaceptable que, en pleno siglo XXI, tengamos que recordar lo obvio:

  • Las vacunas no son un gasto, son infraestructura crítica.
  • La vigilancia epidemiológica no es un lujo técnico, es seguridad pública.
  • La salud no puede depender del humor del mercado ni del precio del dólar.

Mientras tanto, las familias se enteran por redes sociales que hay “alerta de sarampión” en su ciudad. No hay conferencias de prensa serias, no hay informe técnico transparente, no hay plan agresivo de vacunación de urgencia explicado barrio por barrio. Solo comunicados dispersos y una sensación de déjà-vu: otra vez el Estado llega tarde.

La responsabilidad es compartida pero diferenciada:

  • La Nación recortó y desarticuló políticas que habían dado resultados durante años.
  • La Provincia, sabiendo que el ajuste venía, no creó un escudo sanitario propio y eligió alinearse al discurso del recorte, aun a costa de la salud de su gente.

Hoy el mensaje debería ser el inverso:
– Brigadas móviles vacunando en escuelas, ferias, terminales y plazas.
– Datos públicos, diarios, accesibles.
– Gobernador, ministro y equipos técnicos dando la cara juntos, sin maquillaje ni eufemismos.
– Campaña masiva de comunicación, clara y honesta, que diga algo muy simple: “Si te falta dosis, vení ya. El Estado te está esperando”.

Porque si algo deja en evidencia este brote es una verdad incómoda:
cuando se ajusta sobre la salud, el costo lo pagan los cuerpos de los más chicos.

Jujuy no puede naturalizar volver a convivir con enfermedades que la ciencia ya sabe cómo detener. Si la política no está a la altura, que al menos quede claro quién eligió mirar para otro lado cuando había que defender la vacunación pública.

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