Por Jorge A. Lindon // Este miércoles 7 de agosto, la historia argentina vuelve a tensarse en el Congreso Nacional. No es una jornada más. Es la prueba de fuego de una democracia que tambalea entre vetos implacables y alianzas tóxicas, entre gobernadores asfixiados y una economía pintada con espejitos de colores. El oficialismo de Javier Milei, que se autodefine como libertario pero gobierna como un banquero sin alma, ya ejecutó sus vetos: rechazó el aumento a jubilados, la moratoria previsional y una ley casi simbólica de apoyo a personas con discapacidad. No le tembló el pulso. Lo hizo con orgullo. El ajuste no sólo es una política: es su credo.
Pero ahora, la política tiene que demostrar si es algo más que un eco servil de las decisiones del Poder Ejecutivo. ¿Habrá quórum? ¿Se alcanzarán los dos tercios para rechazar los vetos? O lo que es más importante: ¿tendrán los diputados y senadores el coraje de mirar a la cara a un país que sufre y decirle que están de su lado?
El riesgo no es el “riesgo Cuca”: el riesgo es Milei
La narrativa oficialista ha instalado con cinismo que el único peligro de inestabilidad es el kirchnerismo, el peronismo, o cualquier resabio del pasado. Pero la economía se está desmoronando desde dentro, y no es por la herencia recibida, sino por la herencia que se está construyendo. La crueldad selectiva del gobierno —que veta leyes que alivian la pobreza mientras entrega dólares a precio vil a bancos amigos— ya ni siquiera le sirve al mercado.
El verdadero «riesgo país» es el propio presidente, que se rehúsa a tejer consensos, que rechaza gobernar con una coalición amplia, y que, por avaricia de poder, termina asfixiando incluso a sus propios aliados. Hoy, la mesa chica del gobierno no alcanza ni para armar una escoba. ¿Cómo sostener reformas estructurales con una minoría y sin diálogo? La fragilidad política ya es tan grande que ni el Fondo Monetario se cree los espejismos.
El Congreso a prueba: o ratifica las leyes vetadas, o convalida el experimento social del mileísmo
Este miércoles, la Cámara de Diputados tiene en sus manos el derecho a la vida digna de millones de jubilados y personas con discapacidad. No se trata sólo de números fiscales. Se trata de humanidad. Lo que Milei vetó, lo hizo para consolidar su narrativa de “superávit fiscal con motosierra”, aunque para eso tenga que condenar a los más vulnerables al abandono total. Vetó leyes votadas por mayoría. Ignoró el mandato popular del Congreso. Ahora, el Congreso debe decidir si se deja pisotear o si responde con soberanía.
Gobernadores rehenes: la política de la extorsión fiscal
Muchos gobernadores del llamado “círculo del centro” están en silencio. No porque estén de acuerdo con el ajuste, sino porque están de rodillas por falta de fondos. Milei los tiene de rehenes, y lo sabe. Chaco, Corrientes, Salta, Jujuy… Todos miran de reojo, calculando si votar por la gente les costará los recursos que el presidente administra como si fueran suyos. La verdadera traición no está en Villarruel: está en los silencios que compra la billetera oficial.
Un cierre de listas que exhibe el fracaso político de Milei
En paralelo, mientras se juega el futuro de tres leyes sociales fundamentales, se define el mapa electoral del 2025. Las alianzas están en plena ebullición. Milei no quiere ceder el poder, ni siquiera a sus propios aliados del PRO. Ha sido incapaz de construir una coalición gobernante. Cerrado, avaro, fanático del control, se enfrenta al mismo dilema que todo autócrata: cuando no compartís el poder, terminás perdiéndolo todo.
El oficialismo sueña con unas elecciones intermedias que le den mayoría. Pero el mercado ya no lo compra. El pueblo tampoco. El mileísmo, como el trumpismo y el bolsonarismo, ya empieza a murmurar sobre fraude en la provincia de Buenos Aires. No porque lo haya, sino porque saben que pierden.
El miércoles se define si la política revive o se rinde
Este miércoles 7 de agosto, el Congreso argentino se enfrentará a su propio espejo. Tiene dos caminos: ratificar leyes que representan un mínimo de justicia para los más débiles, o convalidar la lógica de un gobierno que desprecia el dolor ajeno. Será un día de nombres propios, de traiciones explícitas y de cobardías maquilladas de institucionalismo. Pero también puede ser un día de dignidad, si los legisladores deciden, por una vez, no votar con miedo, sino con memoria.
Si el Congreso deja pasar estos vetos, habrá roto definitivamente su contrato con el pueblo. Y entonces, más que un experimento libertario, estaremos frente a una demolición democrática con base en la crueldad.