Por el analista de Perico Noticias // La historia suele repetirse, pero cuando lo hace como tragedia, hay que estar preparado. Y hoy, Argentina no lo está. Mientras el mundo se encamina hacia una crisis de proporciones comparables con la Gran Depresión de 1930 o el colapso del patrón oro en 1971, nuestro país se presenta sin reservas, sin aliados estratégicos, sin política contracíclica, y —peor aún— sin conducción económica seria.
Las bolsas mundiales colapsan. El Dow Jones, el Nasdaq y el S&P 500 pierden en dos días el equivalente a varios PBI argentinos. Europa entra en estado de emergencia financiera. El índice VIX, que mide el miedo, se dispara. Las tasas en EE.UU. podrían subir. Y una ola de devaluaciones competitivas ya se está gestando en Asia, Europa y América Latina. Todos se agachan para competir. ¿Y Argentina? Revaluada, sin crédito, sin moneda propia y atada de pies y manos por decisiones políticas delirantes.
El NOA en alerta máxima: pobreza, desinversión y abandono estructural
En este panorama caótico, el Norte Argentino enfrenta una doble condena: la global y la nacional. El NOA no solo sufre el impacto de la inflación, la pérdida de poder adquisitivo y la falta de dólares para importar insumos productivos. También padece el vaciamiento de políticas públicas, el recorte de subsidios, la pérdida de proyectos de infraestructura y la retirada del Estado en áreas clave como salud, educación y obra pública.
Empresas multinacionales comienzan a huir del país. Nissan, Mercedes-Benz, fábricas de autopartes, telecomunicaciones, agroquímicos y electrónica ya preparan su mudanza a Brasil, donde sí existe un bloque, un respaldo y una lógica nacional de contención económica. En Córdoba, la producción de cajas de velocidad se detiene. En Pacheco, más de 600 despidos inminentes en el sector automotriz. En Jujuy y Salta, la agroindustria no puede acceder a repuestos ni fertilizantes importados. Y sin dólares, los bienes de capital para la zafra o la cosecha gruesa no llegarán a tiempo.
¿Devaluación inminente? Todo indica que sí
Frente al desbalance externo, la presión cambiaria y la caída brutal de reservas —exprimidas para financiar la bicicleta financiera— la devaluación es solo cuestión de tiempo. No será ordenada. No será progresiva. Será una explosión regresiva que destruirá salarios, ahorros, y volverá aún más inaccesibles los bienes de consumo básicos. El relato oficial habla de “logros inflacionarios”. Pero como advertimos desde este medio: cuando los pilares del modelo son la recesión, el desempleo y el atraso cambiario, lo único que se estabiliza es la miseria.
¿Y la política contracíclica? Brilla por su ausencia
Los países que entienden la economía como herramienta de defensa aplican políticas contracíclicas. Subsidian empleo, protegen industrias, blindan mercados internos. Argentina, en cambio, recurre al ajuste fiscal como dogma y al mercado como solución mágica. Pero el mercado no planifica, no cuida, no protege. Solo lucra. Y en crisis, solo sobrevive el que tiene dólares, cuentas offshore o poder de lobby.
En 2008, el Estado argentino subsidió a General Motors para que pague sueldos. Hoy, ese mismo Estado le dice a las pymes y a los trabajadores: “ajústense el cinturón o desaparezcan”.
¿Hay una salida? Sí, pero no con este rumbo
Argentina no puede seguir sola, aislada y de rodillas frente al capital financiero. Renunciar a los BRICS fue una decisión estratégica desastrosa. Era el único bloque que podría ofrecernos comercio en monedas locales, acceso a créditos productivos, y un paraguas geopolítico frente a la tormenta global.
El MERCOSUR, a pesar de sus limitaciones, es otra vía de contención. Pero el gobierno de Javier Milei, en su afán por destruir todo vínculo regional, prioriza relaciones unilaterales con Estados Unidos sin obtener nada a cambio, salvo fotos, humillaciones y promesas vacías.
Hoy Brasil avanza con su proyecto de moneda regional. Bolivia profundiza su integración energética con China. Y Argentina? Argentina compra humo libertario y lo paga con hambre.
Conclusión: prepararnos es pensar distinto
La crisis global es real. Pero la tragedia argentina es, en gran parte, autoinfligida. No tenemos dólares, pero tenemos recursos naturales. No tenemos crédito, pero tenemos litio, alimentos, agua y energía solar. No tenemos plan económico, pero tenemos miles de pymes, cooperativas, jóvenes que quieren estudiar, producir, vivir dignamente.
La salida no es por el ajuste. La salida es con política industrial, regionalismo, integración latinoamericana, y un Estado inteligente, activo y humano. Lo que se viene es durísimo. Pero, como toda crisis, también será un punto de inflexión. Dependerá de nosotros —como sociedad— resistir, organizar y reconstruir desde abajo un proyecto de país que no se venda al mejor postor.