El piso en las urnas y el techo en los mercados – el laberinto bonaerense de Javier Milei
El experimento Milei, que supo romper estructuras con motosierra y TikTok, enfrenta en septiembre su prueba más dura: la provincia de Buenos Aires. El mayor distrito electoral del país no sólo define votos, define gobernabilidad, relato y futuro. Y hoy, todo indica que allí, el libertario corre el riesgo de sufrir una derrota con efectos tectónicos.
Mientras se cocina una rendición silenciosa del PRO –relegado a los últimos lugares en las listas y sin votos propios para negociar más que su nostalgia–, La Libertad Avanza busca resistir una caída libre en los números. Las encuestas revelan un deterioro innegable en el conurbano, con secciones enteras donde los candidatos mileístas están 15 o 20 puntos por debajo del peronismo, especialmente en la Tercera, bastión histórico del kirchnerismo.
Pero la preocupación no se limita a la aritmética electoral. La frase de Milei, “septiembre es el piso, octubre el techo”, no convence ni a propios ni a mercados. Si la derrota bonaerense es abultada, el piso puede convertirse en subsuelo y desencadenar un nuevo temblor financiero. Los mercados no reaccionan al humor libertario sino al poder real. Y ese poder empieza por no ser humillado en La Matanza.
La estrategia oficialista ya no es conquistar, sino minimizar daños. El gobierno empezó a mover a su «ancho de espada»: Javier Milei en persona saldrá a recorrer distritos como Tres de Febrero, mientras evita otros como La Matanza, donde la derrota sería un espectáculo. En paralelo, los nombres que suenan como cabezas de lista (Caputo, Petovello, Mondino) exponen más debilidad que renovación: ministros sin carisma, sin discurso, sin votos.
El PRO, por su parte, firma su acta de defunción como fuerza nacional. Relegado, desdibujado, y mendigando candidaturas testimoniales, ya no juega a liderar sino a sobrevivir en el ecosistema Milei, donde la lealtad se mide en sumisión.
La paradoja es que Milei intenta polarizar con Axel Kicillof para levantar su caudal. Pero ese juego es riesgoso: si el gobernador bonaerense le saca más de 15 puntos en las zonas críticas, la derrota no será sólo electoral. Será simbólica. Y Milei, que llegó cabalgando sobre el hartazgo, podría descubrir que el hartazgo también se lo lleva puesto.
Septiembre será la antesala. Octubre, el veredicto. Y si el presidente fracasa en su propia estrategia de polarización, puede encontrarse con un país que ya no lo mira como redentor, sino como un pasajero más del caos argentino.