SUPER IVA “Del bono al bisturí: Jujuy camina hacia la motosierra, con o sin Milei”

SUPER IVA “Del bono al bisturí: Jujuy camina hacia la motosierra, con o sin Milei”

Mientras el gobierno nacional juega con destreza a tirar la pelota hacia las provincias, como quien en una mesa de truco se deshace del ancho falso para ver cómo reaccionan los demás, la realidad subyacente es brutal: la Argentina no puede seguir sosteniendo estructuras estatales anquilosadas con recursos que ya no existen. Y en este ajedrez de supervivencia política y fiscal, Jujuy está en el ojo del huracán. La novedad: el tan mentado “SuperIVA” —una reforma que busca centralizar el IVA y redistribuirlo desde Nación a las provincias— vuelve a poner sobre la mesa el hueso más duro de roer: ¿cómo van a vivir las provincias cuando se terminen las transferencias discrecionales?

Desde el punto de vista de las economías provinciales, este es un punto de quiebre. En Jujuy, la pregunta ya no es si se viene el ajuste, sino quién lo ejecuta primero. Porque mientras el gobierno provincial reparte un bono de $50.000 como anzuelo electoral, mantiene intacto un aparato estatal sobredimensionado. Es decir, no achica ni siquiera a días de una elección, en un acto de oportunismo fiscal que, a todas luces, tiene fecha de vencimiento.

Los municipios, que ya funcionan con lo justo, serán los primeros sacrificables. En la lógica del “sálvese quien pueda”, si la provincia no celebra de una vez por todas una ley de coparticipación seria y transparente, todo indica que comenzará a gobernar con intendentes degradados a delegados administrativos, sin autonomía, sin recursos, sin capacidad operativa. Un modelo centralista que va en contra de toda lógica de desarrollo territorial.

¿Y la expansión privada? Bien, gracias

El discurso de la Libertad Avanza, con sus promesas de poda estatal y dinamismo privado, cala fuerte en el escenario electoral. Pero incluso si ganara, Jujuy deberá encender la motosierra sí o sí. Porque la reforma fiscal que se avecina ya no es opcional: el SuperIVA se transformará en el único salvavidas, pero también en la cuerda con la que se cuelgan las provincias que no aprendan a vivir sin la plata fácil del kirchnerismo.

Aquí se abre otra incógnita: ¿cuándo despega el sector privado en Jujuy? La matriz productiva sigue primarizada, con poca agregación de valor, escasa infraestructura logística y dependencia absoluta de la obra pública. El “milagro privado” aún no se ha visto. Y si llega, será a costa de miles de empleos públicos que, hoy por hoy, sostienen el consumo interno en pueblos enteros.

Paz sin pan

El gobierno vende paz social. Pero la inflación —dibujada, maquillada, fragmentada por estacionalidad— sigue erosionando el poder adquisitivo como una termita silenciosa, el gobierno provincial no aportó nada para mitigar la inflación. Lo que hay no es paz, sino parálisis. El votante, atrapado entre el miedo al caos y el hartazgo con el status quo, termina siendo víctima de ambas cosas: la paz le cuesta cara y el caos le resulta tentador.

El día después

A partir del lunes posterior a las elecciones, quien haya ganado, pero también aquellos que logren bancas legislativas, se enfrentarán a la hora de la verdad. Las provincias, y en particular Jujuy, tendrán que elegir entre mantener el cascarón o refundar la lógica de gestión territorial. Porque el SuperIVA no traerá milagros: traerá responsabilidad. Y eso implica administrar la escasez con inteligencia, no con cinismo.

El bono de $50.000 pasará, pero la factura fiscal quedará. La motosierra no será una opción ideológica, sino una herramienta inevitable para evitar el colapso. Y los municipios, si no se emancipan con una nueva coparticipación, serán rehenes de una provincia que tampoco sabe cómo sostenerse a sí misma.

Jujuy entra a una nueva etapa. El voto, esta vez, no solo define quién gana una banca. Define quién va a tener el coraje de agarrar la motosierra y usarla con criterio antes de que la realidad se la arrebate de las manos y la convierta en guadaña.

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