La cronología importa. El 22 de septiembre el Gobierno de Jujuy inauguró el nuevo edificio del Colegio Secundario N° 27 en El Bananal (Yuto), bajo el paraguas del PROMACE –programa financiado por banca multilateral– y lo celebró como ejemplo de “Estado eficiente”. Esa es la versión oficial.
Lo que siguió no estuvo en el libreto. Vecinos y medios locales denunciaron días más tarde la caída de parte del techo y alumnos heridos. La escena –todavía bajo verificación judicial y administrativa– se inscribe en una secuencia de fallas edilicias repetidas en escuelas jujeñas: techos con filtraciones y colapsos en Yuto y Maimará documentados este año por portales provinciales. No es un rayo en cielo sereno; es un patrón.
¿Qué revela este episodio? Que la urgencia por remontar la caída electoral empuja a acelerar inauguraciones que se transforman en búmeran. Se festeja el acta de recepción mientras se terceriza el riesgo sobre chicos y docentes. El Gobierno exhibe superávit, pero paga salarios por debajo de la línea de pobreza y, cuando invierte, a menudo lo hace mal y apurado. Resultado: la matemática cierra en Excel, no en el aula.
El oficialismo ensaya un doble discurso: jura combatir el ajuste libertario y, al mismo tiempo, votó la Ley Bases y sostiene una política que licua salarios y recorta mantenimiento. La contracción en Jujuy no es solo importada; tiene marca local: paritarias a la baja, transferencias discrecionales y obra pública que se rige por el calendario electoral más que por pliegos técnicos.
En paralelo, el PROMACE –crédito con CAF/BCIE para infraestructura educativa– acumula anuncios de licitaciones y cortes de cinta. El problema no es el programa, sino su gobernanza: sin auditorías independientes, seguros de obra, pruebas de carga y protocolos de recepción que no dependan del apuro político, los riesgos se socializan en el eslabón más frágil: los alumnos.

Mientras tanto, referentes de Jujuy Crece activan programas de emergencia con montos que no mueven la aguja de la pobreza, pero sí multiplican listas y fotos. Es el viejo aparato clientelar en modo electoral: promesas hoy, cuentas mañana. Y la cuenta no es abstracta: deuda externa del programa, juicios por vicios constructivos y costo social de aulas clausuradas.
Lo político: el techo que cae no es un accidente aislado; es metáfora de una gestión que privilegia la escenografía sobre la seguridad. Y tiene consecuencias: padres que retiran a sus hijos, docentes que se niegan a dictar clases en burbujas de riesgo, y un Sadir que, con o sin resultado el 26 de octubre, queda pato rengo frente a una ciudadanía que no compra más cintas cortadas.
Lo mínimo exigible después de Yuto:
- Peritaje independiente y publicación de informes técnicos.
- Responsabilidades: empresa, inspección y funcionarios.
- Plan de emergencia edilicia con mantenimiento preventivo real.
- Cláusulas de recepción que prohíban inauguraciones sin certificación estructural.
- Mesa con gremios y familias para priorizar riesgos, no fotos.
Jujuy no necesita más actos: necesita aulas seguras, docentes bien pagos y obras que duren más que un discurso. Hasta que eso ocurra, cada cinta cortada seguirá siendo un aviso de obra en peligro.
Nota: La inauguración del Colegio N° 27 en El Bananal consta en portales oficiales; los antecedentes de fallas edilicias en Yuto/Maimará están documentados por medios provinciales. Las lesiones reportadas tras la inauguración surgen de denuncias locales que esperan verificación oficial; este medio actualizará la nota cuando haya resultados de peritajes o informes ministeriales.