Trump, atado de manos

 Trump, atado de manos

Las sanciones del Congreso estadounidense contra Rusia atan de manos a la Casa Blanca y son un voto de desconfianza contra Donald Trump. Eso es bueno, pero la ley contiene un error clave, opina Michael Knigge.

Si los republicanos y demócratas de ambas cámaras del Congreso estadounidense pueden ponerse de acuerdo en estos días sobre un proyecto de ley conjunto, la urgencia debe ser muy grande.

Y que los diputados hayan intentado y logrado, en la era de Trump y en medio de una enorme polarización, atar de manos al presidente en lo que respecta a su polémica política hacia Rusia, es notable.

Claro que la ley es, a primera vista, solo una versión más de las medidas económico-financieras de castigo contra el Kremlin y, por eso, relativamente poco controvertida, tanto entre republicanos como entre demócratas. Lo nuevo y digno de resaltar, sin embargo, es un párrafo de la ley que le quitaría a Trump el poder de aliviar o levantar las sanciones contra Rusia. Para eso, la Casa Blanca debe fundamentar por escrito todo tipo de deseo de modificación ante el Congreso. Luego, el Parlamento tiene 30 días para aprobar o rechazar las modificaciones.

Voto de desconfianza del Congreso

En resumen: este el intento de un congreso controlado por los republicanos de colocar esposas a su propio presidente en relación a su política hacia Rusia. Un voto de desconfianza mayor contra Donald Trump y su polémica relación con el Kremlin es difícil de imaginar. Es evidente que una mayoría suprapartidaria de los diputados cree que el presidente estadounidense podría ser capaz de levantar por decisión propia las sanciones existentes.

Y, de hecho, Trump ya se había mostrado, durante su campaña electoral y también más tarde, reiteradamente, a favor de una posible distensión de la política hacia Moscú. Con la aprobación de la nueva ley, el Congreso trata de poner freno a la jugada individual de Trump y exige su derecho de codecisión. Además, la medida se debe entender desde luego como un claro disparo de advertencia de los diputados a un presidente que, ya de por sí, no aprecia al Congreso y quisiera regular todo individualmente por decreto.

Si el presidente firma o no la ley es, según las discrepantes tomas de posición de la Casa Blanca, todavía poco claro. Pero, en vista del apoyo suprapartidario y de ciertos cambios en el proyecto de ley, parecería tender a su firma, a pesar de su resistencia a hacerlo al comienzo. Pero es evidente que no le queda otro remedio, ya que un veto presidencial podría ser levantado debido a la mayoría amplia en el Congreso, lo que significaría una humillación para Trump.

No se debe sobreinterpretar

Si bien el intento de limitar el margen de maniobra de Donald Trump con respecto a Rusia es digno de aplauso desde el punto de vista de política interna, al mismo tiempo es importante no sobreinterpretarlo, ya que, en primer lugar, el desacostumbrado acuerdo de los diputados se limita solo a la temática rusa, y no toca otras áreas de la política. Y, en segundo lugar, tampoco se debe descartar por completo que Trump intente, en cuanto tenga la oportunidad, modificar las sanciones por decreto y esperar su examen judicial.

Michael Knigge, de DW. Michael Knigge, de DW.

Peor dolor de cabeza, sin embargo, provoca un aspecto del paquete de sanciones que en el debate estadounidense casi no figura. Se trata del hecho de que las medidas de castigo aprobadas por el Congreso no fueron acordadas con los socios europeos, lo que usualmente es una tarea del Poder Ejecutivo, es decir, del gobierno de Trump. Como posible consecuencia de la jugada individual de EE. UU., empresas europeas podrían verse perjudicadas sobremanera por las posibles sanciones. Eso es de lamentar, ya que lastra aún más las ya tensas relaciones entre Europa y Estados Unidos. La Unión Europea ya sopesa represalias.

Desavenencias transatlánticas e intraeuropeas

Sin embargo, la ley no solo provoca desavenencias transatlánticas, sino que también podría volver a atizar una pelea que arde a fuego lento entre los europeos, ya que, supuestamente,  las sanciones afectarían sobre todo a compañías que participan en el controvertido proyecto energético NordStream2. Países como Alemania y Francia apoyan dicho proyecto, que es criticado por otros países, como Polonia o Dinamarca.

El que saldría beneficiado de una disputa transatlántica y también intraeuropea sería probablemente el mismo a quien se dirigen las medidas de castigo, es decir, Rusia. Eso sería una pena. Por eso, los europeos y los estadounidenses deberían hallar urgentemente un camino para desactivar a tiempo la amenaza de conflicto.

Autor: Michael Knigge (CP/ ERS)

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