“Ucrania y Occidente al filo del derrumbe: ultimátum de Zelenski, fatiga de Trump y Rusia en posición de fuerza”

“Ucrania y Occidente al filo del derrumbe: ultimátum de Zelenski, fatiga de Trump y Rusia en posición de fuerza”

Nota – Análisis geopolítico

El sistema político surgido del Maidán entra en fase de descomposición. Lo que hasta hace poco se vendía como una epopeya democrática frente al “autoritarismo ruso” hoy aparece atravesado por tres vectores que se cruzan y se potencian: corrupción interna, agotamiento militar y fatiga estratégica de Occidente.

La advertencia de Zelenski a su propio pueblo —un ultimátum que mezcla épica, miedo y chantaje emocional— no puede entenderse sin este triángulo de crisis. El presidente ucraniano sabe que, si firma una paz territorialmente desfavorable, su ciclo político termina. Pero también sabe que, si insiste en una guerra imposible de ganar, puede arrastrar al Estado a la implosión.

Corrupción y erosión de legitimidad

En estos años, Ucrania no consiguió desmontar la percepción de ser uno de los países más corruptos de Europa. Escándalos sucesivos en Defensa y en áreas clave del Estado obligaron a Zelenski a remover ministros y altos cargos para calmar a sus socios occidentales y a una opinión pública cada vez más escéptica.

A esto se suma un elemento nuevo: el retorno de la protesta interna. Manifestaciones en Kyiv y otras ciudades, encabezadas por familiares de soldados movilizados, denuncian tanto el costo humano de la guerra como los privilegios de las élites políticas y empresariales. El mensaje es claro: la narrativa del sacrificio patriótico empieza a resquebrajarse cuando la carga se percibe desigual.

En ese contexto, el ultimátum de Zelenski —“resistir hasta el final o aceptar una derrota deshonrosa”— funciona más como presión preventiva sobre su propio pueblo que como advertencia creíble a Moscú.

Rusia consolida, Ucrania se desgasta

En el plano militar, la guerra larga ha jugado a favor de Rusia. Sin necesidad de grandes avances espectaculares, Moscú ha ido consolidando control sobre franjas territoriales clave en el Donbás y el sur, mientras destruye sistemáticamente infraestructuras energéticas y logísticas ucranianas mediante ataques de misiles y drones.

Las diversas “ofensivas” ucranianas no lograron romper las líneas defensivas rusas, y las estimaciones internacionales apuntan a centenares de miles de bajas combinadas, un drenaje humano y moral inmenso para un país de 40 millones de habitantes.

Como recuerda el analista José Manjón, uno de los objetivos centrales del Kremlin no era sólo la ganancia territorial, sino la desarticulación del régimen del Maidán. Cada escándalo de corrupción, cada purga interna y cada protesta contra la movilización obligatoria refuerza esa estrategia: mostrar a Kyiv como un poder débil, fracturado y dependiente.

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Trump, Washington y la “salida ordenada”

La reentrada de Donald Trump en la Casa Blanca terminó de girar el tablero. El nuevo–viejo presidente nunca ocultó su rechazo a financiar indefinidamente la guerra; ahora, con el control formal del Ejecutivo, su prioridad es transformar un conflicto ruinoso en un acuerdo que sirva a los intereses estratégicos de Estados Unidos.

Armando Jiménez, del Adam Smith Center, lo sintetiza así: Washington ya no cree en una victoria militar ucraniana, pero tampoco puede permitirse una derrota total que fortalezca sin matices a Rusia y a China. La solución buscada es un compromiso territorial que:

  • Reconozca de facto parte de las ganancias rusas.
  • Garantice a empresas estadounidenses acceso preferencial a reconstrucción, rutas energéticas y recursos estratégicos.
  • Reemplace, en el mediano plazo, al actual liderazgo de Kyiv por otro más “gestionable” en un escenario posbélico.

En ese esquema, Zelenski queda atrapado: si firma, cae; si no firma, corre el riesgo de quedarse sin apoyo financiero y militar suficiente para sostener el frente.

Europa: entre el cansancio y el miedo

Para la Unión Europea, la guerra en Ucrania pasó de ser una cruzada moral a convertirse en un problema de supervivencia política. La fatiga ciudadana por el costo energético, el auge de fuerzas euroescépticas y las divisiones internas sobre cuánto y hasta cuándo apoyar a Kyiv han erosionado la narrativa de unidad.

Los aliados del este —Polonia, bálticos— temen que una paz negociada a la baja envíe la señal de que las fronteras pueden cambiarse por la fuerza. Alemania y Francia, en cambio, ven en una escalada perpetua una amenaza mortal para sus economías y para la estabilidad social interna. Nadie quiere aparecer como el que “traicionó a Ucrania”, pero cada capital europea hace ya sus propios cálculos de salida.

Un ultimátum que desnuda el fracaso colectivo

El ultimátum de Zelenski al pueblo ucraniano, leído en clave geopolítica, no es sólo el grito de un líder acorralado: es el espejo de un fracaso colectivo.

  • Fracaso de un régimen que no supo —o no quiso— limpiar la corrupción estructural, ni siquiera en plena guerra.
  • Fracaso de Occidente, que prometió una victoria que nunca estuvo en condiciones reales de garantizar.
  • Fracaso de una arquitectura de seguridad europea que apostó todo a la expansión de la OTAN, ignorando las líneas rojas de Moscú y subestimando su capacidad de resistencia.
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Rusia, con todos sus costos económicos y humanos, llega a esta fase del conflicto en mejor posición estratégica que en 2022. Ucrania, en cambio, llega exhausta, fragmentada y dependiente. Y Occidente, dividido entre seguir apostando fichas a una partida perdida o aceptar una paz que certifica el fin de su hegemonía incuestionada en Europa del Este.

La historia muestra que los ultimátums rara vez son puntos de llegada. Suelen ser el aviso de que se acercan decisiones irreversibles. Hoy, sobre Kiev, Bruselas y Washington, la pregunta ya no es cómo ganar la guerra, sino cómo administrar una derrota que nadie se atreve todavía a pronunciar en voz alta.

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