Redacción Perico Noticias // Los ecos de una posible escalada bélica global resuenan con más fuerza que nunca, y las recientes declaraciones del periodista económico Lorenzo Ramírez han encendido aún más las alarmas. En un contexto donde las tensiones entre Rusia y Occidente alcanzan niveles críticos, la pregunta no es solo si habrá una Tercera Guerra Mundial antes de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca, sino cómo países como Argentina, con su alineación incondicional a Estados Unidos e Israel, podrían verse envueltos en este complejo tablero geopolítico.
Misiles, silencios y negociaciones secretas
Lorenzo Ramírez alerta sobre la capacidad de Rusia para reaccionar «gravemente» tras el uso de misiles de largo alcance ATACMS por parte de Ucrania, un hecho que Moscú había advertido previamente. Ahora, con la introducción de misiles hipersónicos «imparables», la balanza de poder en el conflicto podría cambiar drásticamente.
Según Ramírez, la estrategia de Occidente incluye un «apagón informativo» que busca desactivar el espíritu crítico de sus ciudadanos, mientras se intensifican las presiones internas en Rusia para que Vladímir Putin tome medidas contundentes. A esto se suma la especulación sobre un posible encuentro entre Putin y Donald Trump para negociar la paz. Sin embargo, la gran incógnita persiste: ¿llegará Trump vivo a la Casa Blanca para encabezar estas negociaciones?
La OTAN, EEUU y el ajedrez global
Ramírez describe a Mark Rutte, secretario general de la OTAN, como un «empleado directo de la Casa Blanca», subrayando que Estados Unidos no abandonará una de sus herramientas más efectivas de política exterior. Este control sobre la OTAN permite a Washington mantener la presión sobre Rusia, mientras Europa paga el precio económico y social de una ruptura energética que ha dejado a Alemania en una encrucijada histórica.
El periodista detalla cómo el freno a la deuda europea ha fortalecido al euro, permitiendo a Alemania proyectar una posición de fuerza, incluso mientras abandona su imagen de garante de la ortodoxia monetaria y fiscal. Este panorama revela un continente dividido entre el pragmatismo económico y la subordinación geopolítica a Washington.
Argentina: ¿Socio menor o actor clave?
En este contexto, Argentina se encuentra en una posición delicada. Su alianza incondicional con Estados Unidos e Israel, marcada por acuerdos estratégicos y políticos, podría convertirla en un actor indirectamente involucrado en el conflicto global. La historia reciente demuestra que las decisiones de política exterior no están exentas de consecuencias. Desde el suministro de alimentos estratégicos hasta la cooperación en inteligencia, el rol de Argentina podría ser más relevante de lo que parece.
¿Está preparada Argentina para enfrentar las repercusiones de un conflicto global? Con una economía en crisis y una polarización política interna, el país podría encontrarse atrapado entre las demandas de sus aliados y las presiones de un pueblo que ya soporta los costos de la inestabilidad global.
Los tambores de guerra: ¿realidad o paranoia?
Lorenzo Ramírez no deja espacio para el optimismo ingenuo: «Una población aterrorizada no tiene espíritu crítico», señala. Este estado de pánico colectivo es el caldo de cultivo perfecto para justificar acciones extremas, tanto en Europa como en otras regiones.
Argentina, como parte del bloque occidental, no está exenta de esta narrativa. La creciente influencia de potencias como China y Rusia en América Latina pone al país en una posición ambivalente: ¿seguirá alineado con los intereses de Washington o buscará diversificar sus alianzas estratégicas?
¿Qué podemos esperar?
Si el conflicto escala a niveles globales antes de 2025, Argentina podría verse obligada a tomar decisiones críticas en términos de política exterior, defensa y economía. En un mundo donde las tensiones geopolíticas son cada vez más complejas, los tambores de guerra no solo son una metáfora, sino una posibilidad tangible.
El desafío radica en si Argentina será capaz de jugar un rol activo y estratégico en este escenario, o si quedará atrapada como un socio menor en un conflicto cuyas consecuencias podrían ser devastadoras.
La pregunta final no es si habrá una guerra, sino si el mundo está preparado para enfrentarla. ¿Y Argentina? ¿Lo está?