“Un país que celebra la evasión está condenado al hambre”

“Un país que celebra la evasión está condenado al hambre”

Perico Noticias // Hay un principio inapelable en la historia económica de los pueblos: sin producción no hay nación. Sin trabajo no hay soberanía. Sin recaudación no hay Estado. Y sin Estado, lo que queda es la selva: el reino de los fuertes, de los tramposos, de los que lavan millones mientras las familias se endeudan para comer. Este es el país que está pariendo Javier Milei, con su pandilla de CEOs disfrazados de libertarios, su guadaña hambrienta de destruir todo lo que funciona, y su evangelio de “libertad” basado en el delito premiado, la evasión consentida y el saqueo legalizado.

¿De qué libertad hablan, si están convirtiendo a la Argentina en una guarida fiscal para narcos, contrabandistas y empresarios fantasmas? ¿Desde cuándo la honestidad se penaliza y el choreo se celebra? Están montando un país sin ley, sin controles, sin vergüenza. Un país de lavarropas financieros, donde si tenés guita negra, te invitan a blanquearla sin explicar nada. Pero si sos un laburante con recibo en blanco, te recortan los ingresos, te echan de Arsat, te ajustan el Garrahan, te mienten desde el INDEC y después te dicen que no hay plata.

“Solo cierra con deuda”: el nuevo dogma de la derecha cínica

Milei y Caputo no están diseñando un plan económico: están financiando una huida. Lo que presentaron como “orden fiscal” es una deuda eterna maquillada de heroísmo, una estafa con nombre de “equilibrio” que esconde un modelo primitivo: importar barato, destruir empleo, desalentar la industria y complacer a los fondos buitres. Porque, como grita la calle y callan los diarios: esto solo cierra con deuda.

Y esa deuda no es abstracta. Se paga con la vida cotidiana del pueblo: con menos hospitales, menos escuelas, menos jubilaciones dignas. Se paga con cada fábrica que cierra, con cada científico que emigra, con cada productor que ya no puede sembrar porque el INTA fue devastado. Se paga con hambre y con humillación.

El evangelio de la evasión: lavar guita como programa de gobierno

Lo más obsceno del mileísmo no es el ajuste, sino la impunidad obscena con la que legitiman la evasión y el lavado de dinero. Aumentan los montos sin declarar en la UIF, permiten comprar autos de alta gama, inmuebles y depositar en efectivo sin preguntas. Es un delirio institucional: celebran el delito, castigan al que cumple. Argentina está siendo entregada al crimen de guante blanco.

Lo llaman «reparación histórica del ahorro», pero no reparan los salarios, ni las jubilaciones, ni la salud. Solo reparan a los que evadieron, lavaron o fugaron. Es el retorno de la patria financiera con máscara de TikTok.

Pastoril y visceral: la tierra no se vende, se cultiva

En los pueblos, la sabiduría campesina lo sabe desde siempre: la riqueza nace del trabajo, no de la trampa. Pero estos tipos desprecian al que siembra, al que investiga, al que cura. Lo quieren fuera del Estado, fuera del mapa. Por eso quieren fundir el INTA, dinamitar Télam, silenciar Radio Nacional, reventar Arsat. Todo lo que genera, todo lo que resiste, debe ser destruido.

Pero el campo popular no es solo resistencia. Es propuesta, es coraje, es un grito que crece desde abajo: ¡otra Argentina es posible y la vamos a construir desde la producción, la honestidad y la solidaridad! No queremos limosnas del Fondo, queremos una economía que se pare sobre sus patas, no sobre rodillas extranjeras.

La batalla es cultural, política y espiritual

Hoy más que nunca hay que llamar a la épica del trabajo y la verdad. Dejar de mendigar dignidad en los templos del ajuste. Es hora de romper el hechizo del odio televisivo, del miedo a organizarse, de esa resignación crónica que nos impusieron.

Decimos con todas las letras: no aceptamos una Argentina de evasores protegidos, ni de jubilados mendigando un kilo de carne. No vamos a quedarnos callados mientras una pandilla mediática le entrega el país al capital golondrina. No queremos volver al siglo XIX. Queremos un futuro con industria, ciencia, dignidad y justicia fiscal.

Porque la deuda eterna es el collar que impide al pueblo levantar la cabeza. Y este pueblo está empezando a caminar, a despertar, a creer.

Es tiempo de volver a producir, volver a recaudar con justicia, volver a soñar.

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