Mientras Javier Milei enfrenta su momento económico más delicado, una señal política de alto voltaje acaba de encender las alarmas en la Casa Rosada: el peronismo bonaerense cerró filas. Con Gabriel Katopodis y Verónica Magario al frente de las listas, el kirchnerismo, el massismo y el espacio de Axel Kicillof dieron forma a una unidad amplia y funcional, dispuestos a frenar el avance libertario en la provincia más poblada y simbólicamente potente del país.
La elección del 7 de septiembre, que definirá legisladores en Buenos Aires, se ha transformado en una batalla anticipada por la legitimidad del rumbo económico. Como anticiparon varios analistas, entre ellos Roberto Navarro, si Milei no logra una victoria contundente en este territorio clave, el golpe a su credibilidad puede desatar una reacción en cadena: suba del dólar, fuga de capitales, y debilitamiento irreversible de su plan de gobierno.
La unidad del peronismo bonaerense no es solo un acuerdo de nombres. Es una estrategia que busca transmitir orden, responsabilidad y gobernabilidad frente a la anarquía institucional y el experimento antisocial que propone La Libertad Avanza. En un escenario donde la estabilidad económica depende cada vez más de la expectativa política, la posibilidad de un revés electoral para Milei en septiembre puede ser el principio del fin del espejismo libertario.
Kicillof, con respaldo creciente en los territorios del conurbano y en las estructuras municipales, aporta el anclaje de gestión. El massismo, con su red de intendentes y operadores bonaerenses, suma músculo organizativo. El kirchnerismo, todavía dueño de buena parte del voto militante, contiene la fibra ideológica del núcleo duro. Juntos, están reconstruyendo una fuerza política real y tangible, con vocación de disputa seria, no de resistencia simbólica.
Este movimiento coordinado también tensiona la interna libertaria. Karina Milei y Luis Caputo saben que una mala performance electoral en Buenos Aires tendría efectos directos en la credibilidad del gobierno frente a los mercados. Sin una victoria que respalde el experimento de ajuste brutal, las tasas récord y el dólar planchado pueden convertirse en explosivos sin control.
La señal desde Buenos Aires es clara: hay alternativa. No una reedición del pasado, sino una nueva configuración política que reconoce errores, pero no renuncia a disputar el futuro. El mensaje no es menor para el resto del país: si en el corazón político y económico de la Argentina puede articularse una unidad potente, entonces es posible contener la ofensiva destructiva de Milei con vocación transformadora y realismo popular.
La unidad alcanzada no es solo un cierre de listas: es la apertura de una etapa donde el peronismo deja de lamerse las heridas para volver a jugar en la cancha grande.