La indignación en Perico ha alcanzado niveles insostenibles. Protectoras de animales y ciudadanos denuncian una situación límite: sin veterinarios suficientes y sin un plan de castraciones masivas en el Departamento de Zoonosis del Municipio, el crecimiento descontrolado de animales callejeros se perfila como una amenaza sanitaria. Especialistas en salud de mascotas advierten que la inacción perpetúa el sufrimiento animal y expone a la comunidad a riesgos que podrían evitarse con una política pública adecuada.
Las críticas apuntan a la derogación de la ordenanza que garantizaba castraciones gratuitas y la aprobación de otra que, pese a establecer un canon accesible, quedó en letra muerta al no crearse la Dirección de Zoonosis. Mientras tanto, el Concejo Deliberante y el Ejecutivo destinan recursos a la construcción de un nuevo edificio para los ediles, pese a que el actual funciona de forma deficiente y solo parece operativo para sancionar aumentos de dietas que muchos consideran “inmorales”. Este esquema anacrónico e indiferente ignora las demandas más urgentes de la sociedad y mantiene un gobierno local que no asume su responsabilidad en la prevención y el control de la superpoblación animal.
Las voces de protesta se hacen oír en redes sociales y en la calle: “No hay turnos, no hay personal, no hay respuestas”. El descontento crece con cada promesa incumplida y cada denuncia de maltrato animal sin seguimiento. Desde el ámbito especializado, se subraya la necesidad de contar con un programa de esterilizaciones masivas y permanentes, no solo por la salud y el bienestar de las mascotas, sino también por el impacto directo que estas políticas tienen en la calidad de vida de todos los habitantes.
La situación revela una preocupante falta de visión y voluntad política para abordar problemas que, a estas alturas, son ineludibles. Perico necesita con urgencia un servicio de zoonosis funcional, con personal capacitado y el presupuesto necesario para responder a la demanda ciudadana. De no actuar a tiempo, la ciudad quedará sumida en el atraso, víctima de un verticalismo que prioriza gastos cuestionables por encima de las necesidades básicas de su comunidad y de sus animales.