La geopolítica global cambió de eje. Mientras Javier Milei se abraza a la Casa Blanca como un cruzado del siglo XXI y convierte a Argentina en un peón dócil de una guerra que no comprende, Venezuela acaba de moverse en el tablero con astucia quirúrgica: ya es parte activa del juego BRICS. Y no es casual que, justo ahora, el petróleo venezolano —aquel que Chevron esperaba con ansias tras la supuesta “luz verde” de Washington— simplemente no aparece.
Bloomberg lo dice sin anestesia: el crudo no llega. No es una falla logística, es un reacomodamiento de poder. China, como nuevo garante del hemisferio sur, parece haber asumido de facto el control de recursos estratégicos que ya no se negocian en dólares, sino en compromisos de largo plazo con objetivos multipolares. En ese contexto, el desembarco de Beijing en América Latina ya no es una promesa, es una toma de territorio continental sin disparar un solo misil.
La inteligencia estadounidense lo sabe: Venezuela se está blindando con acuerdos energéticos que favorecen a Asia. Y Brasil, junto a China, afilan el hacha con el corredor bioceánico, conectando el Atlántico y el Pacífico sin pasar por Argentina. Todo esto sucede mientras nuestro país —en nombre de un dogmatismo libertario importado— se autoexcluye del bloque BRICS, rechaza nuevos mercados, rompe puentes con Sudamérica y se arrodilla frente al complejo militar-industrial de EE.UU.
¿Es por eso que no llega el petróleo venezolano? ¿Porque ya no se negocia con quien se arrodilla, sino con quien se planta con soberanía y mirada estratégica?
La omisión de la Argentina es alarmante, pero el silencio de sus provincias más estratégicas —como Jujuy— es escandaloso. Callan, obedecen y se convierten en zona de paso sin participación ni planificación. No hay ni un solo documento estratégico que posicione al NOA en el nuevo orden regional. Y mientras tanto, los cargueros chinos se alinean para atracar en puertos brasileños y peruanos, dejando a los Andes argentinos como una anécdota geográfica.
¿Dónde está Jujuy en este ajedrez?
Mientras los gobiernos latinoamericanos juegan a la geoeconomía, la provincia de Jujuy sigue operando en modo colonia. Gobernada por el silencio y una clase dirigente tibia, dependiente, que aún cree que el poder está en las embajadas, no en la soberanía.
Quizás la única salida sea refundar el debate. Las Fuerzas del Centro, que podrían convertirse en una llave para romper con el tutelaje porteño y asumir una voz propia, hoy parecen más preocupadas por conservar escaños que por trazar un plan de reconexión continental. Si no transforman su rol, si no apuestan a construir una zona franca geopolítica entre Argentina, Bolivia y Brasil, se convertirán en un nuevo espejismo electoral: una pantalla para que el extractivismo siga su curso sin oposición real.
¿Y el peronismo?
Está ante una oportunidad histórica: reposicionarse como alternativa no solo social y productiva, sino geoestratégica. Porque en esta nueva era el litio no se exporta, se negocia; el gas no se regala, se administra; y los trenes bioceánicos no se ven pasar, se intervienen.
Hoy Venezuela enseña que en el mundo multipolar no hay lugar para la tibieza. O se es sujeto de la historia o se es el terreno donde otros hacen historia. La Argentina, y especialmente el Norte Grande, está a tiempo. Pero el reloj avanza. Y el petróleo, también.