Por editorial de Perico Noticias // Un crimen social disfrazado de cálculo fiscal
El veto presidencial a la moratoria previsional no es solo una decisión económica. Es un golpe bajo, un acto de desprecio hacia millones de argentinos y argentinas que cargan sobre sus espaldas con décadas de informalidad, precariedad y abandono estatal. No es la contabilidad lo que está en juego: es la moral pública, es la dignidad de quienes trabajaron sin recibo, sin aportes, sin vacaciones pagas, sin derechos. Vetar la moratoria es vetar la verdad histórica de un país cuya economía en negro fue funcional al mismo poder que hoy castiga a sus víctimas.
La trampa de la aritmética neoliberal
El gobierno de Javier Milei rechazó una moratoria que cuesta el 0,16% del PBI, mientras sigue pagando intereses de deuda que ascienden al 4,8% del producto. La asimetría es grotesca. ¿A quién están defendiendo? ¿A los jubilados pobres o a los bonistas ricos? Lo que queda claro es que la “motosierra” no toca a los que tienen fortunas offshore, ni a los evasores celebrados por Caputo y Espert, sino a quienes levantaron este país en silencio, barriendo, curando, criando y sembrando.
La informalidad no es un delito, es el síntoma de un modelo de exclusión
La moratoria no «premia vagos», como insinúan sin pudor los voceros de la derecha. Al contrario: reconoce que el 50% del mercado laboral argentino fue empujado a la informalidad por décadas de flexibilización, tercerización, fraude laboral y complicidad estatal. Millones de mujeres que cuidaron niños y ancianos sin cobrar un peso. Vendedores ambulantes perseguidos, albañiles sin obra social, changarines sin cobertura. ¿Qué opción tuvieron? ¿Y ahora, además, se les niega una jubilación mínima?
La Argentina que se niega a ver la derecha
La derecha argentina –en su versión liberal mileísta y su remanente macrista– parece empeñada en gobernar como si la Argentina fuera Suiza. Pero este país real, desigual y profundamente fragmentado, necesita políticas reparadoras, no castigos morales. Pretenden que el sistema previsional funcione con una base de aportantes que ellos mismos destruyen al promover despidos, contrataciones precarias, monotributismo forzado y fomento a la evasión. Es el viejo truco: incendiar la casa y culpar a los bomberos.
La moral invertida del poder financiero
Se rechaza una moratoria a los pobres, pero se otorgan beneficios impositivos a los ricos. Se persigue a los cartoneros, pero se perdona a los grandes evasores. Se precariza a las mujeres, pero se subsidia a los fondos buitres con tasas usureras en dólares. La derecha argentina ya no disimula su agenda: proteger a los poderosos y abandonar a los más débiles. La moratoria era apenas un gesto, una reparación mínima. Ni eso pueden tolerar.
La moral popular contra la crueldad técnica
Las palabras de Nicolás Avellaneda —»pagaré la deuda sobre el hambre y la sed del pueblo»— resuenan con siniestro eco en la era Milei. Pero el pueblo argentino no es un número contable. Tiene memoria, lucha y sensibilidad. Así como se defendió la educación pública y el Hospital Garrahan, también se levantará en defensa de los jubilados sin aportes. Porque lo que está en juego es si vamos a tener un país para todos, o una jaula económica para pocos.
Hay otra vía: la de la justicia social
La economía no puede ser una excusa para la crueldad. La moratoria debe restituirse, ampliarse y ser parte de una reforma previsional verdaderamente inclusiva. Hay recursos: con solo revertir los beneficios impositivos a los grandes patrimonios alcanzaría para cubrirla. Lo que falta no es plata: falta voluntad política y un compromiso real con los de abajo. La derecha vetó una ley, pero no podrá vetar la conciencia colectiva.