Perico Noticias // En cualquier país con un mínimo de decencia institucional, la idea de que un condenado por delitos penales no pueda postularse para un cargo público sería un principio tan básico como la ley de gravedad. No haría falta discutirlo, votarlo ni debatirlo: simplemente, sería obvio. Pero esto es Argentina, el país donde la lógica se suicida a diario y donde la corrupción tiene más derechos que los ciudadanos de a pie.
Luego de años de idas y vueltas, de maniobras dilatorias y argumentos que rozan la parodia, el Congreso finalmente logró dictamen para que el Senado vote la ley de Ficha Limpia. Sí, en 2025, más de 40 años después del retorno de la democracia, aún estamos peleando para que quienes tengan condenas penales firmes no puedan presentarse a elecciones. Es decir, aún hay sectores políticos—casualmente, los más salpicados por la corrupción—que encuentran “problemático” este requisito elemental de higiene democrática.
El Frente de Todos, siempre en la trinchera de la impunidad, se resiste con el argumento de que esto es “proscripción”. La palabra mágica que justifica todo. ¿Proscripción de quién? De Cristina Kirchner, claro, quien arrastra condenas por causas que ellos consideran “armadas”. Pero incluso si fuera así, el problema no es la norma, sino la Justicia. Si la Justicia se equivoca, que se la reforme, pero ¿qué clase de sociedad acepta como normal que condenados puedan manejar fondos públicos, votar leyes y definir el futuro de millones? Solo en Argentina, donde el cinismo político ha alcanzado niveles olímpicos, puede haber una discusión sobre si los delincuentes deben estar en la política.
No nos engañemos: la resistencia a Ficha Limpia no es por Cristina Kirchner. Es porque hay muchos, en todos los niveles del Estado, que viven de la rosca, de los contratos espurios, de las cajas negras y de la impunidad judicial. Si se aprueba esta ley, se acaba la joda para más de uno. Y eso aterra.
El Senado, ahora, tiene en sus manos la decisión final. Solo 11 senadores definirán si Argentina entra de una vez en el siglo XXI o sigue siendo el paraíso de la corrupción institucionalizada. En cualquier país serio, Ficha Limpia sería una obviedad. Acá, es un campo de batalla.