Wall Street bendijo el token: el mundo cambió y Argentina no se enteró

Wall Street bendijo el token: el mundo cambió y Argentina no se enteró


Por Jorge A. Lindon – Crítico, creador y comunicador del Norte Grande

En 1792, bajo un árbol de sicomoro, se firmó el Buttonwood Agreement y nació la Bolsa de Nueva York. Hoy, con menos ceremonia pero igual carga histórica, otro árbol da frutos en los salones de Wall Street: la tokenización legal y financiera de los activos del mundo. Como si fuera poco, la señal vino de donde más duele: Estados Unidos habilitó a fondo el uso, respaldo y legalización de tokens estables, tokens materias primas y tokens activos, dejando una certeza irreversible: el dinero ya no es lo que era y el futuro ya comenzó.

¿Quién le avisó a la Argentina? Nadie. O sí, pero estaban gritando otra cosa. La dirigencia política duerme con un ojo cerrado por la deuda y el otro en shock por la inflación, y los libertarios que llegaron para destruir al Estado ni siquiera entienden el nuevo mapa. El dólar digital privado ya compite con los bancos centrales y el sistema Swift. El capitalismo se descentraliza, y en vez de megaestructuras, surgen nodos. En ese ecosistema, la cripto del Estado no tiene sentido, salvo como un muro de contención para un mundo que quiere correr.

La SEC (Securities and Exchange Commission) norteamericana habilitó en las últimas semanas que empresas emisoras de tokens con respaldo físico o estable accedan a un marco normativo claro. Es el equivalente a que en 1900 se creara la reserva fraccionaria: el sistema viejo quedó viejo. Lo que sigue ahora es una expansión exponencial de monedas locales, tokens sectoriales, monedas comunitarias y activos personales con circulación libre en redes blockchain. En otras palabras: los pueblos y los proyectos tendrán su propia moneda.

Esto no es utopía. Es Wall Street.

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Lo asombroso no es que pase, sino que pase tan rápido y Argentina esté tan paralizada. Un gobierno que se autoproclama «libertario» y antifiat, pero a la vez asfixia la circulación cripto con el látigo del cepo y el garrote del FMI, simplemente no entendió el nuevo orden. La tokenización es capitalismo del siglo XXI, pero también es justicia algorítmica: un productor de caña puede tokenizar su zafra, una comunidad puede crear un sistema de ahorro mutual y descentralizado, una pyme puede vender su deuda convertida en acciones digitales.

Pero para eso hace falta algo que nos falta: imaginación, humildad y coraje.

El verdadero problema argentino no es la pobreza, es la pobreza de imaginación. Mientras el mundo migra al metacapitalismo descentralizado, nosotros seguimos discutiendo si hay o no que imprimir billetes. Mientras los grandes fondos construyen plataformas donde cualquier joven africano o vietnamita puede vender su arte, su producción o su idea en la blockchain, nuestros diputados no pueden ni leer un PDF sin ayuda. Y mientras un emprendedor en Miami tokeniza su cerveza artesanal, un intendente en el NOA todavía no sabe cómo emitir una factura digital.

El que quiera ver, que vea.
El que quiera correr, que corra.
Y el que se quede, que no moleste.

Se acerca un mundo sin intermediarios, sin sellos, sin colas, sin burocracias. Un mundo donde la confianza se programa, y el valor no depende del relato. La tokenización masiva es el fin del privilegio y el comienzo de la colaboración productiva global. Un verdadero sistema libertario, sin fantasías anarco-dependientes ni empresarios subsidiados.

¿Dónde quedará Argentina cuando el mundo haya tokenizado todo?
En el mismo lugar de siempre: mirando cómo se va el tren, peleando por un asiento que ya no existe.

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Pero aún hay esperanza. Quedarán en pie los que se animen. Los valientes, los humildes, los abiertos a un nuevo paradigma. El cambio, esta vez, no será ideológico, sino ontológico. Y en esa revolución silenciosa, sin marcha ni pancarta, puede estar la salvación de los pueblos que aún sueñan con crecer sin pedir permiso.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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