¿Y si el tren no llega? Argentina, el mercado de capitales y lo que está en juego para el NOA

¿Y si el tren no llega? Argentina, el mercado de capitales y lo que está en juego para el NOA

El próximo año podría ser un punto de inflexión económico para la Argentina. O una nueva estación de espera infinita. Todo depende de una pregunta clave: ¿volverá el país al mercado de capitales en 2026? La respuesta, por ahora, es tan incierta como preocupante. Las reservas netas siguen desplomándose —solo esta semana se perdieron USD 649 millones— y la calificadora Moody’s lanzó una advertencia brutal: «El préstamo del FMI no es una solución, es una muleta.»

En este tablero inestable, el regreso de Argentina al crédito internacional de largo plazo se presenta como una suerte de Santo Grial: el hito que permitiría financiar crecimiento, estabilizar expectativas y reconstruir el aparato productivo con inversiones genuinas. Pero el contexto financiero global, sumado a la fragilidad estructural del país, hace que ese regreso esté lejos de garantizarse. Y las consecuencias de no lograrlo no se reparten de manera uniforme: el NOA, como muchas otras regiones periféricas, puede ser uno de los grandes damnificados.

¿Qué significa volver al mercado de capitales?

Para decirlo simple: volver al mercado de capitales es volver a ser confiables. Es recuperar la posibilidad de emitir deuda en condiciones normales —no con tasas usurarias ni con vencimientos asfixiantes—, de conseguir financiamiento para infraestructura, para proyectos productivos, para obras clave.

Ser parte del mercado implica acceso a dólares frescos, pero también reconocimiento de estabilidad macroeconómica, previsibilidad política y cumplimiento institucional. Significa que Argentina dejaría de depender exclusivamente del FMI o de créditos bilaterales desesperados. Volver a ese mercado no es un lujo: es un puente al desarrollo.

¿Qué pasa si Argentina no logra volver?

Si el país no recupera el acceso a crédito internacional, el escenario se complica aún más. No solo seguirán los ajustes fiscales forzados, el recorte de transferencias y la licuación del gasto público, sino que la inversión se concentrará en zonas que puedan autofinanciarse. Y el resto, simplemente quedará esperando.

En ese mapa, el NOA corre serio riesgo de ser otra vez el patio trasero del modelo centralista. Las obras estratégicas —autopistas, trenes, corredores bioceánicos, gasoductos, polos logísticos— podrían postergarse indefinidamente. Las inversiones privadas buscarán zonas con más garantías institucionales y menor incertidumbre logística. El litio, el cobre, las bioenergías y los parques solares corren el riesgo de quedar atrapados en el extractivismo sin valor agregado.

¿Y si Argentina logra calificar?

Si, en cambio, Argentina logra volver al mercado de capitales —algo que dependerá tanto de su política fiscal como de su clima institucional—, la historia puede empezar a cambiar. Para el NOA, eso implicaría acceso a fondos para obras clave, asociaciones público-privadas más robustas, integración a cadenas de valor globales y un salto cualitativo en infraestructura y conectividad.

El litio podría dejar de ser solo una promesa minera para convertirse en motor de industria tecnológica, los parques solares podrían anclarse a un sistema energético federal robusto, y el turismo andino podría despegar con corredores logísticos adecuados.

¿Qué podemos esperar?

Hoy, la situación es frágil. El Gobierno enfrenta tensiones internas, resistencia política, escasez de dólares y una economía socialmente al límite. Pero hay señales que muestran voluntad de ordenar, de renegociar con el FMI en mejores términos, y de estabilizar algunas variables claves.

Sin embargo, nada de eso alcanza sin credibilidad. Y la credibilidad no se construye con discursos, sino con reglas claras, previsibilidad y política profesional. Argentina no necesita milagros. Necesita normalidad.

¿Y el NOA?

El Norte argentino no puede esperar eternamente. Cada año sin crédito es un año más de atraso estructural, de emigración juvenil, de oportunidades que se van al puerto. Pero también es una región con reservas estratégicas, vocación productiva y capital humano dispuesto. Si el país recupera su posición global, el NOA puede ser protagonista del nuevo modelo de desarrollo.

Pero si no… habrá que seguir sobreviviendo con lo puesto. Con menos obras, menos inversiones y más resignación.

Y en ese tren que aún no llega, el desafío es decidir si queremos ser pasajeros, maquinistas… o quedarnos en la estación.

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