Yuto: un puente, una batalla por dignidad

Yuto: un puente, una batalla por dignidad

Desde el cielo, Yuto, Vinalito, Urundel y El Talar parecen parte de una misma comunidad. Viven bajo el mismo sol, trabajan la misma tierra, comparten el mismo río. Pero desde el suelo, la historia es otra. La ausencia de puentes los ha condenado al aislamiento, a la pobreza y al olvido. A tan solo unos pocos kilómetros de distancia entre sí, estas localidades han sido separadas no por la naturaleza, sino por la indiferencia del poder político.

En este contexto emerge la figura de Jesús Lindon, candidato a concejal por La Libertad Avanza, con una propuesta que incomoda por lo simple y poderosa por lo que representa: tender puentes donde la política tradicional erigió muros invisibles. Su visión no es solo técnica, es profundamente política. Porque lo que está en juego no es una obra de infraestructura más: es el derecho a pertenecer, a desarrollarse, a dejar de ser un punto ciego en el mapa de Jujuy.

Durante décadas, Yuto fue una comunidad funcional a los intereses extractivos: desde aquí se enviaba el tanino por tren hasta Buenos Aires. Hubo un puente, estacional, que unía con Vinalito cuando la producción lo exigía. Hoy no hay producción, ni puente, ni tren. Sólo desarraigo. Los jóvenes migran, las oportunidades escasean, y los funcionarios se pasean por las ciudades, como si el Ramal no existiera.

Lindon no plantea promesas vacías. Su agenda incluye transparencia, con pedidos de informes y migración de cuentas públicas al mundo digital, talleres de oficios para los jóvenes, contención deportiva, impulso a la producción con valor agregado. Pero su bandera, el símbolo de su causa, es el puente. Y no uno solo. Propone que Yuto se conecte con Vinalito, y que El Talar lo haga con Urundel. Que el Estado deje de actuar como obstáculo y se convierta en herramienta de integración.

¿Cuánto cuesta un puente? Mucho menos que una gira de campaña de un ministerio, mucho menos que un contrato espurio, infinitamente menos que seguir perdiendo generaciones de jóvenes. En un país donde se construyen rutas que nadie usa, edificios que nadie habita y festivales que duran un día, no hay excusa posible para negar una obra que puede cambiar la vida de miles.

La mirada de Lindon es disruptiva: deja de pedir permiso al poder y empieza a exigir respuestas al Estado. No espera la venia del gobernador ni el guiño de un intendente afín. Sabe que Yuto no puede esperar más. Sabe que el puente es el comienzo, no el fin. Que conectar a los pueblos es el primer paso para encender una economía regional, un turismo selvático, una cultura compartida, una identidad recuperada.

Este 11 de mayo, Yuto no vota simplemente concejales. Vota si acepta seguir aislado o si decide tender la mano a sus pueblos hermanos. Vota si quiere que el río siga siendo frontera o si se convierte en vínculo. Vota si resigna su derecho al futuro o si lo toma en sus propias manos.

En tiempos donde se habla de austeridad, Lindon habla de prioridades. Donde otros ven gasto, él ve inversión social. Donde otros se resignan, él sueña. Porque, como repite en cada rincón que visita:
“A Yuto le prohibieron soñar, pero ahora vamos a construir el puente hacia todo lo que nos merecemos.”

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