Perico Noticias // Si hay un país en el mundo donde lo imposible se vuelve rutina, ese es Argentina. Un territorio bendecido por riquezas naturales infinitas y condenado por una clase política que transforma cada oportunidad en un escándalo. Aquí, los presidentes pueden ser estafadores, los jueces pueden ser cómplices, y las mafias políticas no solo operan en las sombras, sino que administran el poder con la impunidad de un cártel.
El caso de Javier Milei es la última prueba de este fenómeno paranormal. Denunciado en los tribunales de EE.UU. por fraude con criptomonedas, enfrentando acusaciones de corrupción y manipulación del Estado para beneficio personal, su gobierno se sostiene sobre una estructura que haría sonrojar a cualquier república bananera. Pero lo realmente milagroso no es la estafa, sino que el sistema judicial argentino no haya hecho absolutamente nada.
El silencio cómplice de la justicia: el milagro de los jueces ciegos
Juan Grabois lo expuso con brutalidad: «Si una periodista dice que habló con Milei y él confirmó que coordinaba con empresarios, ¿por qué no la citan? ¿Por qué no hay fiscales actuando? Si Viale dijo que hay periodistas ensobrados, ¿por qué no lo llaman a declarar?». La respuesta es simple: Argentina ha perfeccionado el arte del encubrimiento judicial.
La maquinaria de Comodoro PRO—el verdadero centro de poder del país—se mueve solo cuando conviene a la mafia política dominante. Como bien señaló Grabois, la justicia se activará solo cuando Mauricio Macri haya garantizado sus concesiones hidroeléctricas y asegurado su control sobre las listas en Buenos Aires. Hasta entonces, la impunidad es norma.
Milei: de libertario mesiánico a juguete roto de la mafia macrista
El otro gran milagro es que Milei sigue en funciones, aunque ya no le pertenece a sí mismo. Como describió Grabois: «Hoy tenemos un estafador como presidente, que además de ser estafador, está extorsionado por otra mafia: la macrista. Ahora es un hombre con un control total sobre él. Macri le dice: ‘Si no hacés lo que quiero, avanzamos con el juicio político’”.
Milei ya no es un líder, es un rehén. Su gobierno, que se vendió como la gran cruzada contra la casta, ha terminado siendo el botín de guerra de los mismos poderes que supuestamente iba a erradicar. Cada decisión que toma está atada a la extorsión de los sectores que realmente controlan la Argentina.
El país de la resignación: la última frontera del milagro argentino
Lo más asombroso de esta historia no es la corrupción ni la manipulación del poder, sino la pasividad de la sociedad. En cualquier otro país, un escándalo de esta magnitud habría generado movilizaciones masivas y presión popular insostenible. En Argentina, en cambio, nos limitamos a mirar, a indignarnos en redes y a esperar que la decadencia se resuelva sola.
La crisis política y moral ha alcanzado un punto de no retorno. Como advirtió Grabois: «Si no recuperamos la conciencia de nuestra dignidad como pueblo, vamos a perderlo todo. Este hombre se tiene que ir. Tiene que ser nuestro planteo al unísono”.
Pero la pregunta es: ¿lo haremos? ¿O seguiremos aceptando el eterno milagro argentino donde los delincuentes gobiernan, la justicia calla y el pueblo se acostumbra.