Donald Trump, siempre propenso al espectáculo geopolítico, ha vuelto a posicionarse como actor central en el tablero internacional con una propuesta que oscila entre el delirio estratégico y la ambición imperial: la creación de una “Cúpula de Acero”, una versión americana —y potenciada— del escudo antimisiles israelí conocido como la “Cúpula Dorada”. Bajo la promesa de gastar 125 mil millones de dólares, el expresidente estadounidense —y posiblemente próximo candidato con serias chances de volver al poder— busca blindar al país frente a amenazas exteriores y, al mismo tiempo, reposicionarse como el árbitro del orden global.
Pero la iniciativa no llega sola. Lo hace en un contexto volátil: Israel al borde de una escalada con Irán, la ONU alertando de una catástrofe humanitaria en Gaza, Europa revaluando sus lazos comerciales con Tel Aviv, y el petróleo iniciando un ciclo alcista impulsado por el miedo. El Estrecho de Ormuz, por donde transita más del 20% del crudo mundial, aparece otra vez en el centro del riesgo geopolítico.
Trump, en su clásico estilo transaccional, deja caer además una bomba diplomática: “Yo soy el único que puede levantar las sanciones a Rusia”. Con esta frase, busca reintroducir a Moscú en la conversación, no como enemigo a aislar, sino como jugador a seducir o condicionar, desafiando tanto a Europa como al establishment de seguridad estadounidense. No sorprende que figuras como Marco Rubio adviertan que aislar a Rusia podría dinamitar cualquier intento serio de diálogo, y que la presión de Europa sobre EE.UU. para una posición más firme en Ucrania no esté siendo correspondida.
Entonces, ¿qué es realmente la “Cúpula de Acero”?
Más que un sistema de defensa, es una declaración política y militar de supremacía, un intento de restaurar una forma de hegemonía unipolar en un mundo que ya se mueve hacia la multipolaridad. Pero también es una respuesta al avance tecnológico y bélico de China, a la reconfiguración del mapa energético por la guerra en Gaza e Irán, y al declive percibido del liderazgo europeo.
Trump propone blindar a EE.UU. mientras deja que el mundo arda. Su cúpula no es solo de acero: es de aislacionismo selectivo, maximalismo militar y chantaje estratégico. Frente a este escenario, la pregunta no es sólo si esta apuesta es viable, sino cuánto está dispuesto el mundo a pagar por ella.