El termómetro financiero volvió a arder. Con el riesgo país coqueteando con los 1.000 puntos y un mercado que acusa nervios porque el Gobierno profundiza la salida/intervención de dólares para contener el tipo de cambio, la brújula se desimanta. No es un dato técnico: es el anticipo de tasas más altas, crédito más caro y capitales a la defensiva.
Aun cuando Economía aseguró dólares para los vencimientos de 2025 —compró unos US$7.000 millones para cubrir capital de enero y julio— el humor de los inversores no afloja. En ese marco, Carlos Melconian volvió a poner el foco sobre el frente cambiario y alertó sobre el riesgo (y el costo político) de reimplantar cepos, una marcha atrás que describió como “un papelón”. La señal es clara: falta ancla creíble y sobran parches.
¿Qué significa esto para el NOA?
En el Noroeste argentino la macro no se discute: se padece. Un salto cambiario o la simple expectativa de devaluación secome los márgenes de los que producen y trabajan:
- Agro y economías regionales (tabaco, caña, citrus, hortícola): insumos dolarizados (semillas, fitosanitarios, fertilizantes), gasoil y fletes que suben por tasa y dólar, y precios al productor que llegan tarde y mal. La famosa “competitividad por devaluación” dura un suspiro; los costos la licúan y la tasa hace el resto.
- Industria y pymes: reposición cara y a plazos inciertos, capital de trabajo a precio prohibitivo, proveedores que “cotizan a dólar futuro” y ventas en caída.
- Minería y proveedores locales: dólar volátil = plan de inversiones en pausa, contratos reindexados, logística más onerosa.
- Turismo y comercio fronterizo (La Quiaca, Abra Pampa, Perico): con cada sacudón cambiario se rompen precios de referencia, cae el poder de compra y se frena el movimiento.
La conclusión es incómoda: la macro que mira Buenos Aires —obsesionada por la foto del dólar— está asfixiando al interior profundo, donde el costo del dinero, del flete y de la reposición pesan más que el “tipo de cambio de pantalla”. Mientras se “queman” reservas y se improvisa en el frente cambiario, el NOA pierde temporada, empleo y capital emprendedor.
Lo que se está jugando
Sin un esquema cambiario previsible y una hoja de ruta que baje riesgo país (para que vuelvan el crédito y la inversión), el NOA seguirá corriendo la liebre: produce valor y se le fuga por precio de insumos, tasas y logística. Urgen anclas predecibles, financiamiento productivo y una política que priorice economías regionales antes que la pirotecnia de la city. De lo contrario, cada mini-crisis nos deja el mismo saldo: menos hectáreas sembradas, menos turnos de fábrica, más jóvenes que migran.
El interior no necesita épica de redes: necesita reglas. Si la estrategia oficial sigue reducida a intervenir, atrasar y rezar, el próximo sobresalto cambiario volverá a caer donde siempre: sobre el productor que siembra, la pyme que emplea y el comerciante que abre la persiana en el NOA. La macro se puede discutir en TV; en la región se paga en efectivo.