Perico Noticias // Hay una idea que incomoda porque corre el eje: mientras en Argentina la política se devora a sí misma, el planeta ya eligió su idioma emocional. Ese idioma no es la ideología. Es el fútbol.
No es metáfora. FIFA registró que el Mundial 2022 “enganchó” a 5.000 millones de personas en todo el universo de plataformas. Y Nielsen marca que el fútbol es, por lejos, el deporte con mayor fandom global (51% declara ser fan). En un mundo fracturado, con guerras comerciales, inflación cultural y pantallas infinitas, el fútbol quedó como el único ritual masivo que todavía organiza identidades, consumo, conversación, diplomacia y negocio al mismo tiempo.
Y ahí aparece el dato que cambia el mapa: Claudio “Chiqui” Tapia no es solo el presidente de AFA. Hoy figura como miembro del FIFA Council. Y fue designado presidente de la Comisión de Reglas de Juego de FIFA, un cargo que lo ubica en el corazón del poder normativo del deporte más influyente del planeta.
Eso, en términos de poder real, vale más que cientos de discursos.
Trump, la Casa Blanca y la FIFA: la alianza de la “batalla cultural” por vía deportiva
Estados Unidos entendió algo que Argentina todavía discute con anteojeras: el fútbol es geopolítica con camiseta. La propia FIFA informó una reunión en la Casa Blanca en la que Donald Trump reafirmó apoyo a los torneos FIFA y se creó un grupo de trabajo para preparar el Mundial de Clubes 2025 y la Copa del Mundo 2026.
Además, medios estadounidenses registran la relación cada vez más intensa entre Gianni Infantino y Trump, en una dinámica que muchos ven “excesiva” pero funcional al objetivo: controlar logística, narrativa y rentabilidad de los megaeventos en suelo norteamericano.
No hace falta inventar conspiraciones: la señal está a la vista. El poder global se desplaza hacia quien administra audiencias, derechos, patrocinios y reglas. Y el fútbol concentra todo eso.
El Mundial de Clubes ya es el nuevo petróleo del deporte
FIFA lanzó el Mundial de Clubes 2025 en Estados Unidos con 32 equipos. Y el propio organismo publicó que el torneo logró un alcance estimado de 2,7 mil millones de espectadores (a través de todas las formas de media), según Nielsen Sports.
El negocio es tan grande que ya empieza a invertir la lógica tradicional: hay reportes en prensa británica que muestran cómo el premio del Mundial de Clubes puede superar largamente lo que gana el campeón del Mundial de selecciones.
Traducción: el centro de gravedad del fútbol se corre. El “poder club” crece. Y con él crece la batalla por mercados nuevos, streaming, sponsors y territorios.
¿64? La discusión existe, pero la realidad es otra
Circularon versiones sobre ampliar el Mundial 2030 a 64 selecciones como edición centenario, pero FIFA públicamente negó estar planificando esa expansión.
Ese dato importa por una razón: cuando FIFA sale a desmentir, es porque el tema está sobre la mesa y mide temperatura política. El fútbol global no se mueve por romanticismo: se mueve por mercado y control.
Asia no es “futuro”: es el presente de la audiencia
La expansión del negocio se apoya en un hecho duro: los grandes mercados de crecimiento están fuera de Europa. En India y China, por ejemplo, cerca de 1 de cada 5 personas dice seguir fútbol regularmente. Y Nielsen viene ampliando mediciones de comportamiento de fans en Asia.
No hace falta exagerar números: con que esos mercados crezcan unos puntos, el revoleo de plata y poder es monumental.
Europa seguirá siendo un núcleo fuerte de clubes y marca. Pero el valor marginal —la próxima ola de audiencia, sponsors, derechos y plataformas— está en Asia y en el ecosistema digital. Y Estados Unidos quiere ser el árbitro de esa nueva liga mundial, desde su territorio, sus empresas y su narrativa.
Entonces, ¿por qué Tapia se vuelve un blanco doméstico?
Porque en Argentina muchas discusiones confunden popularidad con poder. Se pelea por micropolítica mientras el verdadero juego es otro: el de estar sentado donde se fijan reglas, calendarios, premios, cupos, ventanas de mercado y legitimidad.
Tapia, con Argentina campeona del mundo, con AFA como máquina de marca global y con cargos institucionales en FIFA, se transforma en un actor al que se le pega por deporte local, pero cuya influencia se juega en otro nivel: el de la arquitectura del negocio más grande del entretenimiento emocional.
Decir que “Trump prefiere a Tapia” sería afirmar algo que no está probado. Lo que sí es verificable —y es más importante— es esto: Trump ya eligió al fútbol como herramienta de poder, y Tapia hoy ocupa posiciones en el sistema FIFA que amplifican a la Argentina más allá de cualquier grieta.
La pregunta real no es si cae simpático. La pregunta real es si Argentina entiende lo que tiene entre manos: una palanca internacional en el único lenguaje que hoy puede movilizar masas, marcas y política global sin pedir permiso.
