El reloj avanza y con él, la cuenta regresiva de un ciclo político que se agota. Jujuy no puede permitirse otro error, no tiene margen para más experimentos fallidos ni para seguir en manos de una dirigencia que solo ha perfeccionado la maquinaria del poder para sostenerse a sí misma. Hoy, cuando el país se hunde en una crisis económica de proporciones alarmantes y la provincia refleja en su microcosmos el fracaso de décadas de malas decisiones, la pregunta ya no es qué está mal, sino qué haremos al respecto.
El cierre de frentes electorales de esta noche será el primer gran indicio de hacia dónde se dirige la política jujeña. La crisis económica nacional, con la caída de reservas por debajo de los 28.000 millones de dólares, no es más que el síntoma de un país gobernado por la improvisación, el oportunismo y el saqueo sistemático. Y en Jujuy, la historia es la misma: promesas incumplidas, un modelo estancado que asfixia la iniciativa privada y una administración pública hipertrofiada que se ha convertido en un fin en sí mismo.
El pueblo jujeño tiene ante sí la oportunidad de un cambio estructural, pero ese cambio no vendrá solo. No lo traerán quienes han hecho del Estado su negocio ni quienes ahora intentan reconfigurarse con discursos reciclados. La única posibilidad de transformación real radica en que los ciudadanos asuman el protagonismo, exijan transparencia, desarrollo y un modelo que no dependa exclusivamente de prebendas y favores políticos.
El modelo feudal y clientelista que ha dominado la provincia es la gran traba para el progreso. Durante años, la dirigencia ha vendido espejitos de colores, modernización de cartón y discursos de crecimiento que nunca llegaron a la gente. Hoy, ese relato se desmorona frente a una realidad demoledora: desempleo, pobreza, falta de oportunidades y un Estado que, en lugar de facilitar la producción y la inversión, se ha convertido en un obstáculo.
El país atraviesa un final de ciclo y Jujuy también. La pregunta es qué vendrá después. ¿Los jujeños seguirán atados a los mismos nombres, las mismas estructuras viciadas y las mismas estrategias de siempre? ¿O esta vez se animarán a buscar una alternativa sólida, autóctona y con visión de futuro? Porque si algo ha quedado claro es que los partidos tradicionales ya no tienen respuestas y los nuevos espacios corren el riesgo de repetir los errores del pasado si no comprenden la urgencia de lo que está en juego.
La política ha fracasado en ofrecer soluciones reales, pero el destino de Jujuy no puede quedar a la deriva. Es el momento de exigir más, de no conformarse con discursos vacíos ni con la resignación de lo posible. La provincia no necesita otro reparto de cargos ni más estructuras burocráticas: necesita un programa serio de crecimiento, inversión y desarrollo. Quien logre articular esa demanda, quien escuche y actúe en consecuencia, trazará el camino del futuro.
Esta noche, con el cierre de frentes, se definirá el menú electoral. Pero la verdadera decisión la tomarán los jujeños en las urnas. ¿Seremos testigos de una transformación o prisioneros de la repetición? El tiempo de las excusas terminó. Ahora, la historia la escribimos nosotros.