“La Presa Política que Incendió al León: el error que resucitó a Cristina y unificó al peronismo”

“La Presa Política que Incendió al León: el error que resucitó a Cristina y unificó al peronismo”


El ajedrez del poder: cuando la víctima se vuelve protagonista

La política argentina, como el tango, se baila con pasión, estrategia y giros inesperados. Javier Milei, hasta hace semanas el enfant terrible de la política liberal libertaria mundial, ha tropezado con su propio personaje. En un movimiento de torpeza o soberbia, convirtió a Cristina Fernández de Kirchner —la figura más polarizadora de las últimas dos décadas— en una protagonista internacional bajo el estandarte de “presa política”. Un giro impensado que no solo la volvió noticia global, sino que además pulverizó —en apenas una semana— 14 puntos de imagen negativa, según fuentes políticas y encuestas internas. La ex presidenta resurgió de sus cenizas con mística de mártir, mientras Milei, otrora adorado en conferencias internacionales, comienza a ser etiquetado en Occidente como un dictador, el peor insulto para quien se autodefine como el máximo exponente de “la libertad”.


El precio de la visibilidad: de estrella pop a sombra incómoda

La centralidad que Milei detentaba hasta hace semanas se evaporó con la rapidez de una historia de Instagram. Su retórica antisistema, sus shows financieros, su plan motosierra y sus epifanías de “anarco-capitalista” ya no logran capturar la atención ni en Buenos Aires ni en Washington. La narrativa de “la libertad” que lo alzaba como un mesías del nuevo orden mundial está perdiendo brillo. Asociado a Donald Trump y Benjamin Netanyahu —líderes con sus propias guerras internas y frentes divididos— Milei empieza a cargar una mochila que excede a la Argentina: el peso del autoritarismo reaccionario global.


La paradoja Cristina: del silencio estratégico al revival geopolítico

El silencio estratégico de CFK durante los primeros meses de la era Milei fue interpretado como repliegue o agotamiento. Nada más lejos de la verdad. Su aparición como víctima de una persecución judicial, su proyección internacional como presa política y la respuesta masiva de la militancia —culminando en movilizaciones contundentes como la del miércoles— desnudaron un error de cálculo brutal del gobierno. Milei, en su afán por barrer con el pasado, sin querer encendió la llama del presente. Cristina no solo volvió, sino que lo hizo con una aureola renovada: no como presidenta ni como senadora, sino como símbolo de una resistencia democrática que empieza a unificar a los más distantes sectores de la oposición.


Un peronismo unificado: la pesadilla libertaria

El mayor efecto colateral de esta cadena de errores fue el renacimiento de un peronismo unificado, un fenómeno que parecía imposible hace solo seis meses. Desde el moderado Sergio Massa hasta el disruptivo Juan Grabois; desde Guillermo Moreno hasta Santiago Cúneo; desde referentes del kirchnerismo tradicional como Leandro Santoro hasta alas trotskistas o fragmentos del radicalismo desencantado: todos convergen bajo una misma consigna: frenar a Milei. Un frente anti-libertario se está gestando con una lógica inédita, motorizado no por un líder, sino por una causa común.


Las luces se apagan para Milei: del show al repliegue táctico

El Gobierno, que había apostado todas sus fichas a la centralidad comunicacional, hoy recalcula. Vuelve a escena el “gabinete de guerra” mediático, se reordenan las alianzas con medios afines y se analiza la judicialización como arma de contención, no de ofensiva. Pero el daño ya está hecho. La visibilidad ahora la tiene quien debía ser desterrada del centro del ring. La LLA, que parecía haber hecho raíz sin oposición en el interior del país, empieza a descubrir que hay una contraofensiva que se organiza no solo con discursos, sino con movilización concreta, capacidad táctica y —lo más preocupante para el oficialismo— con un nuevo clima social movilizante.


Del fuego amigo al fuego cruzado: Milei en su laberinto

En el corazón del operativo libertario, hay desconcierto. El adjetivo de “dictador” —publicado en medios como The Guardian, El País y Time— quebró el espejismo internacional de Milei como ícono cool del capitalismo sin freno. Internamente, las encuestas comienzan a mostrar fatiga social, mientras que internacionalmente la narrativa cambió: ya no es el economista punk, sino el mandatario que arrastra una democracia hacia zonas oscuras. ¿Puede Milei reconvertirse sin perder su esencia? ¿Podrá su retórica anarco-liberal volver a encantar a las masas tras haber sido vinculada con la represión?


El nuevo clivaje: libertad o democracia

Lo que se viene no es una elección entre derecha e izquierda, ni entre ajuste o gasto, sino algo mucho más profundo: entre una idea de libertad sin democracia y una democracia con tensiones internas pero con vocación pluralista. En ese dilema, Cristina Kirchner —con todos sus límites— reaparece como un mal menor para amplios sectores de la sociedad. Y Milei, paradójicamente, empieza a parecer el síntoma del mal mayor. Argentina está por vivir un segundo acto inesperado. La presa política se convirtió en la chispa de una contraofensiva que nadie había calculado.

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