Carlos Sadir firmó, sonrió y entregó. Lo que a primera vista parece una mejora administrativa —la adhesión de Jujuy al Plan de Reparación Histórica del Ahorro Argentino— es, en realidad, una pieza más de un ajedrez político que anticipa movimientos hacia octubre. La imagen lo dice todo: rodeado de los hombres de confianza del presidente Javier Milei, entre ellos Luis Caputo y Lisandro Catalán, Sadir se alinea sin reparos al proyecto libertario en busca de algo más que eficiencia tributaria. Se juega también su sobrevivencia política.
La llamada «adenda con ARCA» implica la implementación de un régimen simplificado del Impuesto a las Ganancias, la eliminación de regímenes de información adicionales, y la protección de datos vinculados al consumo e incrementos patrimoniales. En palabras técnicas: simplificación y digitalización. En la calle: más control, menos evasión y una trampa invisible que deja al contribuyente común completamente expuesto al ojo fiscal.
Lo que se celebra como modernización podría traducirse en una profundización del control tributario para los pequeños comerciantes, emprendedores y asalariados jujeños, que ahora deberán ajustarse a un sistema cada vez más automatizado, sin zonas grises. Se acabaron los márgenes de maniobra en una economía informal que, en provincias como Jujuy, no es la excepción sino la regla.
Pero el núcleo del mensaje no es fiscal: es político. Sadir no se sienta a esa mesa solo para firmar una adenda. Lo hace para mostrar obediencia. Para dejar claro que está dispuesto a asumir el programa de Milei sin chistar, quizás con la esperanza de evitar recortes, conseguir algún guiño fiscal o, más importante aún, no quedar fuera del mapa nacional. Su gesto, de cara a las elecciones de octubre, es una admisión tácita: sin Milei, no hay futuro.
Este alineamiento, sin embargo, es riesgoso. Jujuy aún conserva cicatrices del descontento popular frente al ajuste, los tarifazos, la represión y el abandono del Norte Grande. Sadir ahora camina por la cornisa: o logra beneficios concretos que le permitan mostrar resultados tangibles en la vida de los jujeños, o será recordado como el gobernador que eligió arrodillarse frente al poder central mientras su pueblo ajustaba el cinturón.
En definitiva, este pacto no es con la eficiencia ni con el ahorro: es con el miedo a quedar aislado en un país donde Milei gobierna con látigo y billetera. Sadir eligió no pelear, prefirió pactar. Pero en tiempos de crisis, el costo de la sumisión no se mide en planillas: se paga en las urnas.