Entre el FMI y el Tesoro norteamericano, el país se debate si comprar tiempo con condiciones letales o dejar que la situación se fusione en crisis absoluta.
Mientras Caputo celebra una estabilidad de laboratorio, en el Norte los productores agonizan, las rutas no existen y el contrato social se resquebraja. ¿Puede el país resistir otra década de espejismos?