Vamos a necesitar un par de Bessents más «Victoria Política Hipotecada»

Vamos a necesitar un par de Bessents más «Victoria Política Hipotecada»

Perico Noticias // El Gobierno festeja la foto. Festeja la elección. Festeja la “validación política del rumbo”. Festeja que el dólar no explotó en la previa de las urnas. Festeja que hubo “orden macro” y que “el mercado confía”. Pero la verdad cruda es otra: lo que se vendió como estabilidad es, en realidad, respiración asistida. Y esa respiración hoy no la da el Banco Central argentino. La da Washington.

Traducido al idioma serio: la victoria electoral fue, económicamente, una victoria pírrica. Se ganó poder político quemando músculo financiero. Y ahora no queda margen.

Vamos a los datos duros.

El ancla no es la banda cambiaria. El ancla es Estados Unidos.

En las últimas semanas, el dólar no se contuvo porque la Argentina ordenó su macro de manera virtuosa. Se contuvo porque el Tesoro de Estados Unidos, a través de Scott Bessent, entró directamente a vender dólares en el mercado local, compró pesos argentinos y habilitó un swap por 20.000 millones de dólares con el Banco Central. Todo eso para sostener artificialmente la banda cambiaria que Caputo presentó como dogma.

Le pongamos nombre a esto: intervención externa directa.

Bessent no vino por turismo institucional. Vino como garante prestado de un esquema que estaba al borde del colapso: dólar tocando techo, reservas líquidas agotadas, riesgo de corrida en la semana previa a las legislativas. Es decir, colapso político inminente.

Y ahí está el dato que nadie en el Gobierno quiere decir en voz alta: el tipo de cambio de la Argentina —el corazón del sistema de precios— hoy depende de un funcionario extranjero que opera dólares en la plaza local y les da aire, por unas semanas, al ministro de Economía y al Presidente.

Eso no es soberanía económica. Eso es terapia intensiva.

¿Estabilidad? No. Contención a fuerza de fuego externo y reservas quemadas.

Para sostener la “banda”, el Banco Central argentino vendió días atrás más de 600 millones de dólares en una sola jornada y quemó más de 1.100 millones en apenas tres días. Ese nivel de intervención es uno de los más altos de las últimas dos décadas. El ministro Caputo dijo que iba a “vender hasta el último dólar” con tal de no dejar romper el techo cambiario.

Leámonos sin maquillaje: si tu plan económico exige quemar reservas récord para llegar vivo al sábado, no es un plan. Es un operativo de supervivencia.

A esto se suma que, según la propia filtración de los operadores, el volumen de dólares que puso el Tesoro de Estados Unidos en el mercado local llegó a superar los 300 millones en una sola rueda para frenar la suba y absorber pesos. Esta operatoria “importada” fue lo que evitó que la banda cambiaria saltara por el aire antes de que la gente votara.

Es decir: el precio político de la “calma” fue altísimo.

El mercado no compró el relato. Compró dólares.

Mientras el Gobierno celebraba que “bajó el dólar financiero” en los últimos días hábiles antes de las elecciones, los privados hicieron otra cosa: compraron. Y compraron fuerte. Se registraron compras por miles de millones de dólares sólo en septiembre y picos diarios de 700 millones en ruedas calientes. El mensaje del mercado es transparente: nadie cree que el esquema actual sea sostenible sin intervención brutal. Nadie.

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Esto es clave: el mercado financiero local —el que el oficialismo usa como termómetro de “confianza”— ya no está parado en si Milei tiene o no apoyo político. Está parado en otra pregunta: ¿Caputo tiene o no tiene dólares para sostener la banda sin romper todo? Y la respuesta que dan, con la billetera, es “no”.

Por eso le marcaron la cancha al ministro: los grandes fondos y bancos le exigen que abandone el sistema de bandas, que deje de quemar reservas para contener el techo y que sinceren el dólar. En el lenguaje corporativo eso suena a “corrección cambiaria”. En lenguaje social eso se traduce en devaluación, precios arriba y más pobreza.

Entonces cuidado con el slogan de “el mercado nos banca”: el mercado está pidiendo la bomba, no la paz.

El costo político: la victoria electoral ya viene hipotecada

El oficialismo vendió las legislativas como un plebiscito a favor del ajuste. Se habló de “ratificación social del rumbo”. Se habló de “mandato reformista”. Y sí, el Gobierno obtuvo capital político. Pero ese capital político se compró con deuda económica inmediata.

¿Dónde está el punto ciego?
En que, a partir de ahora, cada día que el dólar se quiera ir de la banda, hay que elegir entre dos opciones:

  • O seguís quemando reservas que no tenés.
  • O soltás la banda y convalidás una suba brusca del tipo de cambio.

Ambas opciones son tóxicas:

  • Quemar reservas te deja desarmado frente a la próxima corrida.
  • Soltar el dólar te pega directo en precios, salarios y conflictividad social.

Esta es la definición de victoria pírrica: ganaste la batalla electoral, pero para ganarla entregaste la artillería estratégica.

“Vamos a necesitar un par de Bessents más”

El chiste amargo que circula en la City es textual: “El plan ahora es rezar para que Bessent siga comprando pesos”. Y no es tan chiste.

Scott Bessent —secretario del Tesoro de Estados Unidos en la administración Trump— no vino a hacer beneficencia. Vino a sostener, de manera explícita, un experimento político en la Argentina que Washington considera alineado a sus intereses geoestratégicos. Ofreció swap por USD 20.000 millones, intervino en la plaza local y bendijo públicamente la banda cambiaria, aun cuando los bancos y fondos más grandes de Buenos Aires y Nueva York ya le están diciendo a Caputo que esa banda es insostenible.

Eso significa dos cosas gravísimas para la soberanía económica del país:

  1. El ministro de Economía argentino hoy gestiona bajo tutela externa abierta.
  2. El margen de maniobra del Gobierno ya no depende sólo de la política interna, sino de la paciencia y el apetito de riesgo de un funcionario del Tesoro extranjero.

Si esa válvula se cierra, todo el andamiaje se cae en horas.

Y el mercado lo sabe. Por eso exige “corrección ya”. Por eso presiona para romper la banda. Por eso no afloja la demanda de dólares.

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Porque el mercado aprendió algo básico de la historia argentina: cuando la estabilidad depende de otro, la estabilidad no es tuya.

El día después

Ahora empieza el verdadero partido.

A partir de este lunes político (y económico) post-electoral, ya no alcanza con decir “ganamos”. Hay que responder esto:

  • ¿Cómo se va a recomponer reservas cuando ya se quemó más de USD 1.100 millones en tres días para contener la corrida?
  • ¿Cómo se va a sostener la banda si el propio mercado interno reclama que se abandone?
  • ¿Cuánto dura el salvataje Bessent antes de que pida contraprestaciones más duras, más ajuste, más reformas de shock?
  • ¿Y qué pasa socialmente si la “corrección cambiaria” es la próxima fase? Porque eso no se paga con discurso en TV. Se paga con comida más cara mañana.

El Gobierno ganó la urna, sí. Pero hoy gobierna con un cronómetro financiero en la nuca.

La épica oficial habla de respaldo popular, disciplina fiscal y control del dólar. La realidad técnica habla de una Argentina que tuvo que importar dólares desde Washington para no romper en plena elección, que quemó reservas a niveles récord para sostener una banda que el mercado ya no cree, y que ahora enfrenta a esa misma élite financiera exigiendo una devaluación “ordenada”.

Decir que “ganó Milei” sin decir esto es mentir por omisión.

Porque, a esta altura, el balance es brutal: sí, ganaron la elección. Pero para ganarla hipotecaron la moneda, las reservas y la autonomía. Eso no es estabilidad. Eso es una cuenta a pagar.

Y esa cuenta vence muy pronto.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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